Todo gran final tiene un gran principio

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Hacia mediados de octubre del siglo XX amanecía una mañana de jueves, espléndida, soleada, sin una única nube en el grandioso cielo azul.

En aquel pequeño barrio vivían nuestros protagonistas, Matías un esbelto chico de cabellera oscura y ojos avellana, vestido con una larga sudadera negra y unos tejanos como era de costumbre; Júpiter, una hermosa chica de largos cabellos, lucia con un vestido del color de la noche, unos botines de igual color y un bonito colgante dorado combinados con unos sencillos pendientes; Elías un amable chico de dorado y alborotado cabello vestía una camiseta blanca, unos tejanos y una chaqueta verde a juego con sus preciosos ojos verdosos ocultos detrás unas gafas oscuras; Daniel un aventurero pelirrojo de piel pálida portaba una oscura gorra que tapaba sus brillantes ojos grises, una sudadera deportiva y unos tejanos oscuros; Miguel un tímido chico que llevaba un castaño flequillo en el cual se ocultaban sus enormes ojos azules vestía con su común atuendo, unos pantalones deportivos negros y una colorida camiseta.

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