Capítulo 22. Sobre mi cadáver

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Nina tenemos que hablar, titilaba mi beeper. Ya era el quinto mensaje que me enviaba Ambar, sumados a llamados que recibía a diario mi madre y que no contestaba. Estaba decidida a hacer caso omiso a todos sus intentos de acercamiento. Habían pasado 3 días desde aquel fatídico episodio en el que terminé con la puerta estampada en el rostro. No podía seguir sumida en un vaivén de dolor, intrigas y retazos de alegría. No era justo todo lo que estaba viviendo. A veces me sentía engañada, otras incluso culpable, sospechaba haber sido manipulada, mientras que otras tantas veces solo me veía como una tonta sin remedio. Todas las acciones de Ambar eran contradictorias y confusas, estaba claro que por este camino iba a salir lastimada siempre.

—¡Me gusta tu conjunto! —exclamó divertida Azul, mientras caminábamos bajo la arboleda hacia el campo de deportes del Ateneo. 

—Sería mi único don para la moda.  —Sonreí complacida. Me encantaba elegir atuendos deportivos. Había elegido unos pantalones Adidas colorados con las rayas blancas y una remera de algodón que llevaba impreso el logo de Ferrari, que combinaba con las zapatillas.

Celina, que estaba a mi otro lado, me relojeó de arriba abajo para chequearse después a sí misma. Llevaba un jogging de felpita celeste que la hacía ver como salida de un programa de tv infantil.

—Es que me preparo para el partido de softball de nuestras vidas —alenté exagerando.

—Nina, sos nuestra esperanza de dignidad hoy —azuzó Valeria con manos suplicantes desde la esquina, acomodándose el pantalón de jogging de tela de avión color naranja fluo.

—Con tal de que no nos paze lo de la ultima vez me conformo —argumentó Celina e hizo el llanto de la chilindrina.

—Pero ¿Que pasó?—Azul se tentó ante el gesto.

—¡La humillación deportiva del año! —gritó Sole, adelantándose para abrir la tranquera del campo.

El campo del Ateneo era enorme, tenía extensiones inexploradas, canchas para todos los deportes y actividades. Pero se la pasaban en obras, hacía poco tiempo habían inaugurado dos canchas de tenis, mientras que ahora estaban construyendo una gran pileta de natación olímpica que sería la mas importante de la ciudad. Pero, por lo pronto, era un pozo con escombros de dimensiones exorbitantes lindero a la cancha donde íbamos a jugar el partido.

—Perdimos 9 a 0 carreras —explicó ruborizándose Ana Clara en un susurro. El jogging de ella era color fucsia. De hombros pequeños y caderas anchas, de lejos se veía como un torperdo.

—¡Pero eso es imposible de superar! —agregó tentada nuevamente Azul. Era la única que llevaba shorts y podía hacerlo, tenía unos tobillos para presumir. 

—Bueno, hay que decir que justo ese día Nina no estaba y nuestras contrincantes eran las superpoderosas  —acotó Guille que de apoco había ido incorporándose a actividades publicas. Debía reconocer que había recibido bastante ayuda de parte de Ambar. Ella era la que se había encargado de dar vuelta los rumores y la que había hablado con Lourdes para hacer el vídeo que pronto veríamos en la fiesta de fin de año. Esas eras las cosas que justamente me hacían flaquear cuando recordaba lo sucedido. Intenté dejar de lado este pensamiento conciliador para no seguir dudando.

—Bueno, hoy estoy. Vamos a intentar redimirnos porque de hecho son de nuevo nuestras oponentes —agregué con seguridad.

—¿Como está compuesto nuestro equipo? —preguntó Azul.

—Nina, por su puesto, es nuestra pitcher. Yo estoy base 1, Celina base dos, Ana Clara base tres. Valeria y guille jardineras. Nos falta la catcher....—contestó Soledad y movió las manitos de un lado al otro.

Las Chicas solo quieren divertirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora