El semáforo estaba en rojo, el tráfico algo pesado, como cualquier fin de semana en una ciudad tan concurrida.
Caminaba pensativa, mientras veía vender dulces a un señor, me causó curiosidad la enorme sonrisa en su rostro. Aquel hombre vestía andrajos, estaba descalzo y se notaba que lo único que habría probado en el día era solo uno o dos dulces de su mercancía. No le di mucha importancia al asunto y decidí apurar el paso, púes note que me seguían, ya a unas dos cuadras del pequeño puesto de dulces paré un momento a descansar, cuando sentí un puñal en mi cuello y una voz ronca decirme:
-¡Así te quería encontrar escuincla!
Mude colores al instante, dos años atrás llame a la policía cuando un hombre golpeaba a su esposa mientras su pequeña hija de 3 años veía todo, ¡era él!, ¡tenía que ser él!.
Me respiraba en el cuello y apretaba cada vez más el puñal, pasaron 3 carros en esos minutos y ninguno se detuvo a auxiliarme, aunque mi garganta ya no daba para más de tanto pedir auxilio. Él no paraba de repetir que por mi culpa perdió a su familia, cosa que yo no entendía y por eso le contesté:
-No fui yo, ¡fue el maldito alcohol!
Antonio sudaba, y se enfureció aún más cuando escucho eso, me miraba a los ojos mientras enterraba su puñal en mi pecho, sentía como me desgarraba el filo y cortaba mi tiempo de vida, él se veía satisfecho y dichosos con mi sufrimiento. De repente oí gritar a Antonio, vi como un mendigo le golpeó la cabeza, los dos empezaron a pelear, aquel hombre con una bolsa de dulces y Antonio con la navaja empuñada.
Yo, ya tendida en el piso tomé como pude la primera piedra que encontré, me puse de pie y la avente con las pocas fuerzas que me quedaban, tuve suerte, Antonio cayó tendido al suelo. Pero ya era tarde, mi Ángel tenía muchas puñaladas en su cuerpo, el rostro destrozado por las cortadas y me susurro antes de exhalar un último suspiro:
-Toma, te regalo este dulce (poniendo una colombina en mis manos), me recuerdas a mi hija. Fue lo último que dijo.
Tiempo después me entere que mamá dejo a mi papá por su condición humilde cuando yo apenas era una niña, pero lo peor es que ese hombre, el hombre de aquella noche, Mi Dulce Ángel, era mi padre.
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Un Dulce Ángel
Short StoryCamino a casa me sorprende la vida al ligar mi historia a la de un vendedor de dulces.