Lucas

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Lucas

                Erase una vez, en una pequeña ciudad de nuestro gran mundo, un niño llamado Lucas. Lucas le temía a la oscuridad, por eso  su mayor anhelo era encontrar la forma de acabar con la noche; para lograr así que el sol brille en todo momento y con su luz hacer cada día más luminoso y que la oscuridad no encontrase refugio, sin importar la hora que fuese.

            Todas las noches antes de irse a dormir, Lucas, observando por la ventana, le pedía su deseo a las estrellas. Esa vez en el firmamento únicamente brillaba una estrella, bella y solitaria, cual blanca rosa nacida en el más oscuro prado. Tras cumplir su ritual, orgulloso y satisfecho por lo realizado, regresó a su cama confiado de que sus plegarias habían sido escuchadas.

            Luego de encender una lámpara de suave luz para ahuyentar al Coco y asegurar el armario para que el monstruo que vive en él no pudiese escapar, su madre le daba el beso de las  buenas noches y lo dejaba solo en su dormitorio.

            Pero, como siempre, Lucas permanecía despierto un tiempo más, inspeccionando minuciosamente cada rincón de la habitación para asegurarse que ningún ser de los que viven en la oscuridad se hubiese colado en ella. No obstante, poco a poco el cansancio iba haciendo mella en él y sus párpados se volvían progresivamente más pesados, hasta que ya no podía mantenerse vigilante. El sueño le vencía.

            Así eran todas sus noches. Así era como se quedaba profundamente dormido.

           

―¡Despierta, Lucas! —le dijo una suave y melodiosa voz.

            Al abrir los ojos, Lucas descubrió que ya no se encontraba en su dormitorio, sino que se hallaba sobre una cama de cristal en un luminoso cuarto, en el cual la luz parecía provenir de todas las direcciones al mismo tiempo y no nacer de una en particular. Junto a él, sentada en una mecedora, también  de cristal, estaba una mujer de largo cabello negro y labios carmesí que destacaban sobre su bello rostro de nívea piel.

            ―¿Dónde estoy? —preguntó Lucas, desorientado.

            ―Te encuentras en Fantasía, hogar de los sueños —respondió la mujer―. Mi nombre es Selene, soy la guardiana de los sueños.

            Selene es quien guía a los soñadores en la Tierra de los Sueños, ayudándoles a encontrar el camino a sus utopías e ilusiones. Ella es quien mantiene el equilibrio en los buenos sueños y evita además que se conviertan en pesadillas; aunque en ocasiones, esto le sea difícil de lograr.

            —¿Esto es un sueño? ―preguntó el pequeño sin comprender lo que ocurría.

            ―No. Lucas, no lo es. Y gracias a ti nadie volverá a soñar de nuevo.

            La respuesta no fue la que el niño esperaba. Lucas siempre fue el héroe en todas las aventuras que tuvo en sus ensoñaciones. Había sido el bravo piloto de avión que acabó con un ejército de perversos extraterrestre. Había sido el valiente caballero que salvó a una hermosa princesa de las garras de un malvado dragón. Había sido el protagonista en numerosas hazañas, y siempre era el héroe, por eso no entendía de qué se lo acusaba.

            ―Al desear que la Noche dejase de existir, creyendo que así la Oscuridad desaparecería, destruiste la puerta de acceso a este mundo —respondió rauda Selene a la pregunta que rezumaba en los ojos del confundido pequeño. Hizo una breve pausa mientras sujetaba a Lucas de la mano con ternura; luego añadió―: Al no existir la Noche, muchos sueños se vieron afectados. Y la Oscuridad a la que tanto temes, se ha hecho fuerte en esta tierra, alimentándose de los malos sueños que se originan en un mundo tan alterado y antinatural como lo es tu hogar últimamente.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2014 ⏰

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