14. Fuego

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Con la mirada gacha e inexpresiva se rascaba la nuca con desesperación.

¿Tendrá piojos? Me pregunté.

Me miró y sentí como se me paraba el tiempo, solo éramos él y yo y finalmente, cuando salí del trance, dije:

― ¿Qué?

― Bueno, prefiero decírtelo así.

Sacudí la cabeza; Dani era con quién quería estar y no con Bruno. El tiempo debería habérselo pedido a Bruno en vez de al chico de ojos celestes.

Me entregó un papel un tanto arrugado pero tenía una perfecta caligrafía.

"Estoy enamorada de ti. Sé que no me quieres de la misma forma, se que desde la primera vez que te vi conectamos, no de la mejor forma, pero lo hicimos. ¿Recuerdas aquella vez que te dije que enamorarme no estaba dentro de mis planes? Es cierto, no lo está porque ya lo estoy. Desde los siete años, una niña marcó un antes y un después en mi vida.

Ese día la niña lloraba y yo me acerqué a ella preguntándole porqué lo hacía. De mala leche me contestó que ella no lloraba, que era muy fuerte. Aquello me sacó una estúpida sonrisa. Era preciosa; hermosos ojos chocolate, precioso pelo azabache y de tez morena. Realmente parecía una princesa con aquella camiseta blanca y esa falda negra por encima de las rodillas. Nos veíamos mucho a pesar de no saber cómo nos llamábamos.

Un día tuve que irme sin poder despedirme de ella porque estaba enfermo. Estaba muy triste y me sentía mal por ella. Aquella misma tarde había quedado con ella y no me presenté (estaba en un avión en contra de mi voluntad). Soñaba cada noche con volverla a ver y como sería el encuentro. Quería que fuera especial y, más o menos, así fue.

Tropezó con el bordillo y, como un caballero, la ayudé. Hasta que no me dijo su nombre no me di cuenta de que era ella. Sentí miles de descargas eléctricas recorrer mi cuerpo pero fue una sensación agradable, extraña pero agradable. La verdad es que hasta hoy no le he dicho lo que siento cada vez que la veo. Cuando sonríe me hace la persona más feliz del mundo, el sonido de su risa es melodiosa, sus preciosos ojos son como dos estrellas, a pesar de ser oscuros, iluminan mí día a día.

Simplemente te quiero, Luna, y no me arrepiento de habértelo confesado.

Me quedé estupefacta, cogí las llaves y cerré de un portazo sin importarme la voz de David que me llamaba desde el interior. Bruno me miraba sorprendido, pero no me importaba.

Llegué al puente de mi barrio, el puente de Triana, el lugar donde empezó todo. Perdí la noción del tiempo en mi mundo, pensando en lo que me había escrito Bruno. Y por enésima vez, leí su carta llorando por sus letras, por sus palabras. Por su bonita caligrafía.

A mi lado había un hombre fumando y con una botella de vodka en la otra. Me atreví a preguntar:

― ¿No es un poco pronto para fumar? Digo... son solo las seis de la tarde.

Me miró confuso y respondió antes de darle una calada al cigarrillo:

― Cuando no puedes estar con la persona que quieres ves el mundo como es; una mierda.

Suspiré, por un lado tenía razón. El mundo no era un cuento de hadas, tampoco era de color rosa y mucho menos había unicornios.

― ¿Me deja el mechero? ― el hombre dudó por unos segundos y finalmente me lo entregó temblando. ― Solo es para quemar el dolor...

Saqué la carta del bolsillo, la besé y derramé solamente una lágrima sobre ella; acerqué la llama del mechero al papel y enseguida prendió. Sentí como tanto dolor y esperanza se iban cuando dejé que el papel se lo llevara el viento.

¿CASUALIDAD O DESTINO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora