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*NARRA CELIA*

¿Que qué puedes hacer por nosotras? Pues la verdad que no nos importaría que tú y tus amigos os fuerais de nuestro apartamento y no nos arruinaseis las vacaciones y que me dieras un vaso de agua porque con el calor se me ha quedado la garganta más seca que el puñetero Sahara. Pero obviamente esto no salió de mi mente, y me quedé calladita esperando que mi amiga comenzase a hablar.

—Hola —respondió Marta, elevando su mano derecha para tendérsela al chico, que se la estrechó. Este le dio un repasillo con la mirada a la castaña, lo bastante disimulado como para que ella no se diese cuenta, pero no lo suficiente como para que no lo hubiese visto yo—, yo soy Marta y ella es mi amiga Celia. Al parecer ha habido un error, o puede que ya lo supieseis, pero el caso es que este apartamento lo alquilamos nosotras también y nos han dicho que tenemos que compartirlo —el rubio nos miró extrañado.

  —¿Cómo que compartirlo? —dijo dejando ver una sonrisa, como aquel que sonríe a los tontos—. No, lo siento, ya somos cinco, no hay más espacio.  

  —Pues —mi amiga dejó escapar una risilla nerviosa—, tiene que haberlo porque nosotras también lo hemos alquilado.

  El chico se mordió el labio, mirándola con una expresión que no supe interpretar, antes de volver a responder.

  

—Bueno, en realidad hay una habitación de sobra—nos miró desconfiado—, ¿pero cómo sé yo que no me estáis engañando?

  —¿Y por qué te íbamos a querer engañar con una cosa así?—bufé sacando los papeles del apartamento de mi bolso. Los alisé un poco y se los entregué. A medida que iba leyendo, fue frunciendo el ceño y estrechando los ojos, probablemente igual de asombrado que Marta y yo cuando nos lo habían dicho—.  ¿A ti te parece que nosotras queramos compartirlo, rubio? Este apartamento es tan nuestro como vuestro—dije cortante.

  —Bueno Celia, calma que ya nos va a dejar pasar—suspiró Marta mirándome seriamente y después dándose la vuelta para fijar la vista en el irlandés-, ¿verdad?

  —Sí, claro—contestó él, volviendo su tono a ser el mismo que al principio de la conversación—, por cierto, me llamo Niall—sonrió el rubio.

Entramos a la casa y en ese instante lo olvidé todo fijándome en el interior. Madre mía, por fuera era impresionante pero dentro no se quedaba corta. La decoración era una mezcla entre moderna y minimalista, y el típico estilo griego. En resumen, una pasada. Nos adentramos por el recibidor arrastrando las maletas hasta que llegamos a un gran salón que estaba formado por dos paredes blancas y una de cristal, que se unía de alguna manera con la cocina, de tonos grises y negros, con una isla impresionante en el medio. Así si que da gusto cocinar. 

Alguien carraspeando fue lo que me hizo bajar de la nube para ver a otros cuatro chicos tirados en los tres sofás del salón, mirándonos.

—Vaya Niall —sonrió de forma picarona un chico de pelo rizado y alborotado—, te pido que me cojas una coca-cola y en lugar de eso traes a dos monadas a casa. No está nada mal.

  —A ver chicos, estas son Marta y Celia—comenzó a presentarnos Niall—.Compartirán el apartamento con nosotros. Al parecer a habido un error.

Otro de los chicos, de pelo castaño y ojos marrones, soltó una carcajada. 

   —¿Compartir?

  —Tío, Niall—empezo a reírse otro chico castaño—esto de las bromas no es lo tuyo.  

  —No es ninguna broma—habló mi amiga, haciendo que las risotadas de los cuatro chicos cesasen—, ha habido un error en cuanto al alquiler del apartamento y tenemos que compartirlo.

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