Ruleta Rusa

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Se quedó atorado en mí un recuerdo. Sentada en la mesa de un bar, tratando de entender por qué estuvo tantos años engrapado a mi mente, tuve una revelación.

El recuerdo es este: el cantante Walter Olmos se mató jugando a la ruleta rusa.

Años y años y años estuvo ese dato abrazado a mis neuronas, nunca supe por qué. No puedo nombrarte ni una canción suya. No recuerdo su voz. Ni su cara. Nada. Sólo sé que se mató jugando a la ruleta rusa. Cuando me enteré de la noticia hace tantos años atrás, me pregunté qué clase de circunstancias lo habían llevado a sentarse en esa mesa con esa gente. Me pregunté también quién era esa gente, qué pasaba por sus cabezas, por qué lo hacían. Los imaginaba sin nada que perder, con la sangre empantanada de miserias, enojados con el universo entero. Pero, sentada en la mesa de un bar, tratando de entender por qué estuvo tantos años engrapado ese recuerdo a mi mente, me di cuenta que los que se sientan a jugar a la ruleta rusa son tal cual como vos y yo.

Seguro, es lindo enamorarse, sentís un cosquilleo hermoso y todo brilla y todo es mejor; pero no tenés la más puta idea de en qué te metés; esa personita especial quizá termina arruinándote la vida. Lo mismo con irte de vacaciones, te refresca el cuerpo y el espíritu a menos que chapoteando en el mar te cague morfando un tiburón. Seguro, comen a doce personas por año, meterte en el mar es una ruleta rusa con millones de cartuchos vacíos y sólo doce balas. Pero es una ruleta rusa.

Esa es la cuestión.

Todo lo es, en cada situación en la que te metés, estás jugando a la ruleta rusa. La desgracia acecha siempre entre las posibilidades. Hagas lo que hagas. Entonces la vida no se trata de no jugar, de no arriesgarse, de no entregarse, se trata de encontrar lo que verdaderamente vale la pena, poner el revólver contra la sien y apretar el gatillo.

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