Capítulo 48

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Al abrir la puerta se encuentra con un apartamento callado y tranquilo. Musitando una disculpa por la intromisión, se retira el calzado y deja un bolso de lado, buscando a los demás con la mirada. Revisa la sala y la cocina, no encontrando a alguien, y sin más va al cuarto principal.

No tiene necesidad de tocar la puerta, pues ésta se encuentra abierta, e ingresa en la pieza, aligerando el paso y moviéndose con cuidado al ver a su mejor amigo y a Eri completamente dormidos en la cama. Al acercarse, puede reparar mejor en los detalles; algunos libros y crayolas para dibujar esparcidos por el colchón, incluyendo accesorios para el cabello y una que otra cosita de joyería, sin mencionar los diversos juguetes y juegos de mesa, todo alrededor de los dos durmientes.

Observa que Tamaki está acostado boca arriba, con un brazo alrededor de la cinturita de la niña cuya cabeza descansa pacíficamente en el pecho masculino.

Y Mirio no duda ni un maldito segundo; extrae el móvil de sus bolsillos y toma una foto de la escena que derrite su corazón. Tiene que ser honesto, temía que Eri y Tamaki no pudiesen llevarse bien, sobre todo porque la menor hasta el momento no había hablado con Amajiki más que para saludarse o despedirse, pero nunca habían interactuado tanto. Ahora está aliviado de saber que todo ha salido mejor de lo que ha esperado.

Debatiéndose si lo correcto es despertar a Tamaki o esperar a que éste lo haga por cuenta propia, Mirio no se da cuenta de que él ya se encuentra removiendose en su sitio, apretando los párpados antes de abrirlos pesadamente.

El morocho tarda un eterno minuto en darse cuenta de lo que sucede y, con extrema precaución, recuesta a Eri en el colchón, permitiéndose moverse a complacencia y sentándose en la cama. Los ojos oscuros de Tamaki se encuentran con los azules de Togata cuya sonrisa es cariñosa, llena de un sentimiento de amor y aprecio.

—¿Te desperté?— pregunta el rubio.

—No— musita con voz pastosa, tallandose los párpados con los puños—. ¿Cuanto tiempo llevas ahí?

—Acabo de llegar.

—¿De verdad? ¿Qué hora es?

—Las once con diez.

—Ya es tarde. Con razón Eri se ha quedado dormida. ¿Me ayudas?

Mirio no dice nada y su mano es extendida hacia el dueño del lugar, deleitándose con la textura suave de la piel marfil. Amajiki se pone en pie sobre el suelo, evitando el montón de cachivaches en su cama y bostezando un poco; el efecto de los medicamentos aún está en su cuerpo y el sueño le pesa de una manera impresionante.

—Dejame recoger éste desastre— dice el rubio.

—Está bien, yo lo hago. Debes venir cansado.

—Tamaki...

El aludido no responde y pronto comienza a guardar todo en la mochila amarilla de Eri, asegurándose de no hacer ruido para evitar despertarla. Togata no tarda en ayudarle aunque sea un poco, y en cuestión de segundos ya han terminado. El rubio entonces se cuelga la mochilita en un hombro para que le sea posible cargar a la niña en brazos y así llevársela a su casa sin que ella se despierte.

Acompañado de Tamaki, camina hacia la salida del apartamento, colocandose los zapatos con demasiada lentitud y algo de dificultad. El morocho ayuda a su mejor amigo a colgarse el bolso en el otro hombro y le ofrece llamar a un taxi.

—Ya has hecho suficiente— sonríe Togata—. Gracias por cuidar a Eri.

—No hay de qué— Amajiki se mira las manos y las estruja, sonriendo apenado—. Fue entretenido. Espero que ella se haya divertido un poco al menos.

—Estoy seguro que sí—milagrosamente, los dedos grandes del rubio se pasan por el cabello azabache del otro —. Se te ve bien.

No comprendiendo, el menor se toca la cabeza, sintiendo los adornos, las trenzas y coletitas que la niña le hizo. Y su cara se tiñe de un rojo intenso.

—No te preocupes— dice Togata, viendo la crisis de su mejor amigo—. Hablo en serio. Y puedes devolver todo otro día, Eri no se dará cuenta. Nos vemos, descansa.

Tamaki atina a menear una mano en el aire en forma de despedida, antes de que el rubio salga por la puerta. Entonces sus manos viajan a sus mejillas, sintiendolas calientes en demasía con emociones extrañas que afloran desde la boca de su estómago. Cansado, se devuelve a su cuarto para seguir durmiendo, pensando que podrá quitarse todo del cabello mañana.


Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora