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Con la mirada fija en el techo de su habitación piensa una y otra vez en aquel rostro femenino.

No podía creer aún que se tratase de la misma Nam Yoonhe de hace unos años.
Esa chica que sonreía con miedo por los frenillos y usaba unos grandes anteojos.

Ella es el cariño que más le duele haber perdido, porque la lastimó para correr a los brazos de alguien que solo quería divertirse y jugar un rato con sus sentimientos. Tarde se dio cuenta del grave error que había cometido y cuando fue a buscarla, ella simplemente ya no estaba.

Lastimaron su corazón, lo desecharon cual juguete, y odio la forma en la que se siente un corazón roto, pero sufrió más cuando cayó en cuenta que él había hecho lo mismo con alguien de buenos sentimientos que lo único que había hecho era amarlo sin límite alguno, siendo capaz de entregarle lo poco que tenía sin importarle quedarse sin nada.

La luz en la habitación estaba apagada y lo único que le mostraba algo de claridad era la ventana con la cortina abierta que dejaba traspasar la escasa luz de la luna creciente.

Se volteaba una y otra vez en la cama sin lograr conciliar el sueño, ha sido así los últimos dos días, le molesta no poder tener la convicción de que es ella.

En unas horas tendrá que despertarse para ir a la universidad, y tiene ansiedad por que el tiempo transcurra rápido.

Quiere buscarla y la vez tiene miedo de encontrarla. No podría verla a los ojos sin sentir una profunda tristeza y vergüenza.

(...)

Llevaba a penas un semestre y sentía que no entendía nada. Tal vez era su mente la que divagaba en otras cosas y lo impedía concentrarse en lo realmente importante: su futuro.

Pero, ¿qué futuro podría tener viviendo de esa forma? Atormentado por sus errores sin ser capaz de ver la clara oportunidad de arreglar una de sus equivocaciones más grandes.

Por más que quiera evitarlo tenía que hablar con ella y ya no era el niño inmaduro de hace un tiempo, era un adulto que debía arreglar sus problemas.

La hora en la que acaba la clase y tenía una gran vacío de dos horas había llegado. Saldría del aula y emprenderia una exhaustiva búsqueda por todo el extenso campus.

Recorrió con prisa todos los pasillos y se asomo discretamente por cada salón de la planta, repitió aquella misma actividad con cada planta de la universidad, luego con los laboratorios y finalmente la gigantesca biblioteca.
En cuanto llegó a esta última el oxígeno escaseaba en sus pulmones y evitando hacer mucho ruido se adentro al bosque de altos estantes y angostos pasadizos.

Muchos estudiantes se encontraban allí dentro estudiando, otro poco durmiendo y algunos con sus parejas intentando tener un momento privado.
Cada segundo y cada pasillo revisado era un poco más de exasperación al pobre Mark.

No estaba, no había ni un rastro de ella, y llegó a pensar que solo había sido una confusión de su parte, quizás se trataba de otra persona con el mismo nombre y apellido, no sería nada raro.

Paseaba en aquellos instantes por el pasillo de ficción, el último pasillo del lugar y su última opción de hallarla, pero su esperanza se hecho a perder en cuanto al iniciar el pasillo, este estaba completamente vacío.

Soltó un leve gruñido de molestia, esa inquietud en su pecho seguía molestandolo.

Dio paso tras paso paseando su vista por los títulos de los lomos de los libros.
Algo llegó a captar su atención haciendo fruncir su ceño y aproximarse a un estante a su izquierda.
Todos los libros se encontraban perfectamente ubicados y volteados mostrando únicamente su título, pero en medio de los cientos de libros había uno que se encontraba al revés, mostrando únicamente sus hojas algo desgastadas ya.

SMITHEREENS ➤ Mark LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora