En aquellos tiempos yo tenía 12 años. Vivía en la ciudad de Nasáu en las Bahamas, un lugar tranquilo con un clima tropical. Solía tener una vida simple, nada de problemas. Hospedábamos en un departamento con mi padre, no recuerdo bien el nombre ahora, pero era genial. Allí tenía dos grandes amigos, que sin embargo, se mudaron a Inglaterra el año pasado. Pero con las redes sociales de hoy en día todo es posible.
Mi madre, Mónica Sabela, había muerto cuando tenía dos años por una extraña enfermedad, La Batten. Mi padre no hizo nada al respecto. Sólo la llevo al médico para que le den las medicaciones necesarias y luego se olvidó de ella. No sé porque, pero mi padre nunca le dio importancia a nadie ni a nada, solo a mí y a su preciado piano de unos ocho mil pesos.
Era pianista profesional. También trabajaba en una Fábrica de Fragancias de Perfume de las Bahamas. Dedicaba todo su tiempo de vida en ese trabajo y, en sus tiempos libres, tocaba bellas piezas de Beethoven en su habitación, con las luces apagadas. No encontraba las explicaciones de porque creaba melodías a oscuras. Cosas suyas.
Sin embargo, al llegar mis tan esperados dieciocho años mi padre enfermó. Nunca olvido la frase que me dijo antes de morir, "Seguí adelante", con esas últimas sílabas pronunciadas con tanta benevolencia. Recuerdo bien ese momento.
—Hijo, el fin de mi partida está cerca. Por lo tanto alguien debe conservar todo el dinero. Ya hablamos —dijo mirándome fijamente a los ojos.
—Está bien, te prometo que el dinero estará en buenas manos —crucé los dedos como de costumbre.
—Pero tené cuidado con... —desgraciadamente no llego a terminar la frase.
Al día siguiente del acto me sentía un poco apenado por él, pero por otra parte estaba feliz por todo el dinero que estaba en mis manos, pero debía tener mucho cuidado con esos billetes. Nunca había tomado una responsabilidad tan grande como esta. Me sentí maduro y responsable al ya ser mayor de edad.
Luego de todo esto me fui a vivir a la casa de mi hermana, Valentina Narahan, una adolescente muy bella y gentil con los demás. Prácticamente muy afable y macanuda, aunque tiene sus momentos de ira.
Le conté lo de papá y lo del dinero, ya que la dama no se había enterado de nada. Todo acompañado de una taza caliente de chocolatada y deliciosas galletas con chispas de chocolate
Cerca de las seis Valentina fue a visitar a su novio, compañero mío de la universidad. Mi hermana tratando de liberar la tristeza de su cuerpo le contó lo de papá a Jeremy. Al llegar la parte del dinero, él la miro fijamente como si le hubiesen atraído mis billetes.
—Así que tienen millones de dólares guardados, ¿eh? —recalcó
—Sí, los tiene mi hermano, Jack. Pero no es tema que nos interese, ¿verdad?, sabés que estamos ahorrando entre los dos para comprar un auto.
— ¿Puedo quedarme a dormir en tu casa? —preguntó agarrándole las manos
—No sé cómo me convencés tan rápido —concluyó— pero llevate tu almohada
—Está bien.
A las ocho Jeremy Crusoe apareció en casa con Valentina a su lado. Rápidamente Jeremy subió al cuarto de mi hermana para estar a solas. En un cierto momento él le preguntó en donde se guardaba el dinero, y ella le dijo que solo yo sabía. Luego de un rato se durmieron, así que aproveché el momento para esconderlos. Encontré el lugar indicado; en la cocina detrás de la nevera, junto al motor; y finalmente me fui a dormir.
Al amanecer, Jeremy desayunó con nosotros. Charlamos un poco sobre la universidad, el pasado y el futuro y se fue.
Al llegar a su casa se encontró con su amiga, Sofía de Souris.
— ¿Qué hacés en mi casa sin permiso de nadie?
—Voy a la universidad con Jack, el hermano de tu amiguita. Él me contó todo. Creo que ya estás enterado también
—Te referís al dinero, ¿verdad?
—No, a la verdura —respondió con sarcasmo— perder esta oportunidad de tener millones de dólares sería una pena. Vos y yo armaremos un plan para apoderarnos de todos esos billetes.
— ¿Segura?, Los Narahan no son nada idiotas, al menos eso creo.
—Por dios, es fácil, traés a Valentina acá y le digo a Jack que hay un examen mañana por la tarde. Así la casa queda vacía y vamos sin ningún tipo de interrupciones. Le pedirás las llaves a Valentina y pan comido.
— ¿Tan fácil así como lo decís será?
—Confía en mí, y hagamos esto, Jeremy. Dejá tus preguntas tontas a un lado. — y terminó.
En aquel momento yo no sabía nada de ese plan, Jeremy y Sofía de Souris fueron muy inteligentes y astutos con esto. No pudimos hacer nada, porque nosotros los Narahan habíamos perdido a un importante miembro de la familia, realmente una importante pieza de este gran rompecabezas.
