No toques a mi princesa [Kidge].

Capítulo 21. En un espacio.

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Estaban atrapados, en la inmensidad del espacio, ¿Acaso no debería significar libertad? No para los paladines. Tan solo a unos momentos, los leones se encontraban perdidos y ellos también, aún cuando se encontraban juntos.

Keith implemento una vieja táctica de agilidad mental, para mantener la mente de todos ocupados de el vació en el cual se encontraban, pero... claro que hay un "pero". Tal vez, alguno de ustedes conozca una paradoja llamada "el juego" si alguno la estaba jugando, lamento haberlos hecho perder, yo también he perdido para poder explicarles esta parte de la historia, para los que no, les doy una breve introducción, la paradoja cuenta que existe un juego, un juego que todos jugamos, hay solo 1 regla, para ganar el juego, debes de no recordar que estas jugando. En el momento que recuerdes que estas jugando, ya sea porque alguien te lo recordó o tu mismo lo hiciste, habrás perdido y el juego se reiniciara. No puedo explicarlo por completo, es algo que aún no entiendo del todo, pero te ayudara a entender ese sentimiento de los paladines, atrapados en el espacio.

Keith pasaba lista y si bien, eso funcionaria para distraerlos, también los hacía recordar el donde estaban, y que había una posibilidad muy grande, de no salir vivos de ahí. Es curioso oírme contar estas palabras como "atrapados" y "salir" tomando en cuenta que el universo es gigantesco, y probablemente sea extenso en niveles inimaginables, pero, jamás llegaríamos al final.

Era insoportable, para todos los paladines, no saber donde estarían los leones y las personas dentro de los leones, no saber si saldrían vivos de ahí, solo flotaban en el espacio, pero, aún sin darse cuenta, estar unidos, la mayor parte del tiempo los mantenían cuerdos, sentir el brazo de su compañero, era algo que los calmaba, en especial a Keith.

Keith mantenía a Pidge a su lado izquierdo, no solo no quería que nada malo le pasara, su tacto lo mantenía cuerdo y menos explosivo de lo que era, se sentía un mejor líder, de tan solo tener a Pidge a su lado. Sentía miedo sobre su destino en aquel espacio extenso, aún en esa situación, se sentía dichoso de por fin, tener el tiempo para fantasear sobre su futuro. Cerro los ojos por un instante, para poder ver lo que su mente le reclamaba cada noche, cada misión, un futuro a lado de su amada.

Él, podía verse a si mismo, con un traje negro, con un moño rojo, estaba frente al espejo, de alguna casa hogareña.

—Si no te das prisa, llegaremos tarde— Ahí estaba, su voz y su cuerpo, aquella chica de mayor estatura y cabello ligeramente más largo, con un vestido de color verde menta y un collar de perlas.

—Estoy nervioso—

—¿Cómo en nuestra boda? — menciono risueña mientras se recargaba en el hombro de Keith. —¿Tan nervioso como para tirar los anillos en plena ceremonia? — volvió a reír.

—No, no tanto— él también sonrió ante aquel recuerdo, Lance le entrego una pequeña caja con el anillo para Pidge, que contenía una ligera pero reluciente joya esmeralda, que dejo caer cuando intento ponerla en su dedo.

—No lo pienses tanto, eso le pasa a todas las personas, te paso a ti, me paso a mi y ahora le toca a ella. — Pidge sostuvo con delicadeza la mano de su esposo y le regalo una hermosa sonrisa—Si sientes ganas de llorar, estaré ahí para ti— Keith solo pudo regresarle la sonrisa...

—¿Qué es eso? — La voz de la verdadera Pidge lo despertó de su fantasía, mientras observaba como una horda de ¿aves espaciales? Los envolvían a su alrededor.

—Tal vez sea una manada y van a algún lugar—

—Hunk tiene razón, es mejor que estar atrapados aquí, enciendan sus jet packs y viajen con lentitud y precaución— Hubiera sido una gran salida de aquel lugar de locos, pero en el primer momento que los motores calentaron, aquella parvada de aves espaciales desapareció, sin dejar rastro, como si nunca hubieran estado ahí.