Los Muyins

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En la época en que Kenzo Kobayashi vivía en Tokyo y era un muchachito acaso de tu misma edad, no existía la luz eléctrica. Ni calles, ni caminos, ni carreteras estaban iluminados como hoy en día.

Por eso, a partir del anochecer, quienes salían fuera de las casas debían hacerlo provistos de sus propias linternas. Era así como bellos faroles de papel podían verse aquí o allá, encendiendo la negrura con sus frágiles lucecitas. Y como decían que la negrura  era especialmente negra en las lomas de Akasaka -cerca de donde vivía Kenzo- y que se oían por allí -durante las noches- los más extraños quejidos, nadie se animaba a atravesarlas si no era bajo la serena protección del sol.

De un lado de las lomas había un antiguo canal, ancho y de aguas profundas y a partir de cuyas orillas se elevaban unas barrancas de espesa vegetación. Del otro lado de las lomas, se alzaban los imponentes paredones de uno de los palacios imperiales.

Toda la zona era muy solitaria no bien comenzaba a despegarse la noche desde los cielos. Cualquiera que -por algún motivo- se veía sorprendido cerca de las lomas

Muyins: Versión libérrima de "Muyina", leyenda japonesa.

¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora