XXXIII. Fichas

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Kings Landing

Dentro de la celda, tres hermanas silenciosas la sujetaron mientras una septa llamada Unella la desnudaba. Le quitó hasta la ropa interior. Después le tiró un vestido sencillo de lana basta y la contempló en silencio mientras se lo ponía.

La septa era una mujer enorme y muy fea, con los rasgos tan aterradores como los de un Caminante Blanco. Así era como imaginaba a los monstruos de hielo de los que le hablaba la vieja Tata: con la piel tan pálida como la leche cuarteada y los ojos grandes y hundidos, sin ninguna expresión en ellos.

—Por favor... —le suplicó Ellys— Tengo un hijo en el Red Keep, él me necesita. Partiremos a Roca Casterly en la mañana, debo estar allá para entonces.

—No irá a ningún lugar hasta que su juicio se haya realizado —dijo la Septa.

—Entonces que hagan el juicio de una vez, ¡ahora mismo! Exijo que me digan de qué se me acusa.

—Ya se lo dijo el Gorrión Supremo. Usted es acusada de falso testimonio, perjuro, adulterio, fornicio y alta traición.

«Una lista más larga de la que esperaba"

—Y quién me acusa? —«La Reina, por supuesto, y el traidor... Él también testificara en mi contra». Esperaba que lo hiciera, irónicamente el testimonio de Lorean podría ayudarla... Y mucho.

—Lo sabrá mañana, en su juicio. Ahora debería rezar —dijo Unella, antes de dejarla a solas en la celda helada.

El recinto medía doce palmos de largo por seis de ancho, y no contenía más que un colchón relleno de paja, un urinal, un reclinatorio para rezar, una jarra de agua, un ejemplar de La Estrella De Siete Puntas y una vela para leerlo. No habían ventanas, y la luz no se colaba por ningún sitio.

«No es peor que las celdas negras». Pero allá tenía a Harwyn, y ahora él estaba lejos y corría más peligro que nunca.

Se acurrucó en el colchón y se quedó dormida, agotada.

La Septa Unella no tardó en volver, la sacudia con una mano, en la otra llevaba una vela encendida.

—Le dije que rezara.

Ellys le apartó la mano.

—Deje que envíe un mensaje al Red Keep, mi hijo corre peligro allá.

La mujer se levantó.

—Volveré dentro de una hora. Debe rezar.

Una hora, y otra, y otra. En total fueron quince visitas.

Ellys calculó que su hijo se habría levantado en la novena visita. A la décima, Brella y Veera estarían preguntadose donde estaba su señora. En la onceva, tal vez alguien fue a decirles que era prisionera en el Septo. A la treceava Lorean habría ido por Harwyn. Tal vez a esas alturas, ya lo había matado.

—Es hora de su juicio —le informó Unella en su visita diesiceis.

La escoltó junto a otra septa y tres gorriones hasta el salón detrás de los monumentos donde la noche previa, se había realizado el juicio de Loras.

Le sorprendió ver a Kevan Lannister en los asientos designados para la familia. Cersei también estaba allí, se había esmerado en vestirse y peinarse. Pero a diferencia del día anterior, no se veía contenta. Tenía el rostro contraído en una mueca de disgusto.

El Gorrión Supremo estaba en el mismo lugar que había tomado en el caso de Loras. Llevaba la misma ropa, y tampoco tenía puestos los zapatos.

—Mi hijo... —le dijo Ellys al Gorrión— Usted predica la piedad de La Madre. ¿Cómo puede alejarme de Harwyn?

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora