Esta era una secta muy peculiar, se hacían llamar los Rosa-Cruces del siglo XII, personas como tú o cómo yo que se dedicaron al estudio o aplicación de las leyes naturales de una forma más elevada, es decir, aprendieron a dominar los elementos (fuego, aire, tierra y agua). Personas con sed de saber sus propósitos en la vida y así ayudar a los demás. Se dice que a lo largo de la historia, existieron muchísimos personajes históricos que fueron rosacruces como: Isaac Newton, Leonardo da Vinci, Galileo Galilei, Thomas Jefferson, Jhon Dee… Seguidores del gran Christian Rosenkreuz, creador de esta fraternidad.
Eran diez personas que se encontraban en el ritual, todos noveno nivel, recitando en una lengua ya olvidada su tan practicado conjuro. Seis de ellos se encontraban en un pequeño círculo en el medio con las manos juntas debajo de una toga negra, los cuatro sobrantes se encontraban en los cuatro puntos cardinales y con sus manos hacían ciertos tipos de hechizos: en el norte se encontraba el fuego, en el sur el agua, en el este la tierra y en el oeste el aire. Poco a poco el aire se iba tornando hosco, seco mientras se expandía un olor a sulfuro poco agradable.
En el medio del círculo, se empezaba a expandir un portal donde se escuchaban los gemidos desesperados de espíritus del inframundo, deseando salir con sed de almas. Estaba todo arreglado, solo esperaban a Shebari, el Dios del inframundo que algunos llaman Satanás en las religiones actuales. Poco a poco del agujero, comenzó a salir el tan esperado Dios, con su cabeza de tigre dientes de sable y su cuerpo de cabra, de sus dientes salía una secreción verde y expedía un olor que no se pueden describir con palabras. De repente todo se nubló para los insignificantes humanos, sangre, tripas, sesos y huesos se desparramaron en la hierba recién cortada para la ocasión, cada uno de los experimentados rosacruces perdió la vida.
El tan esperado ritual se volvió una masacre.
Shebari estaba suelto en el mundo Humano.
