El efecto unión de la competición se alargó durante semanas, tal como Hipo había planeado. Nadie quería saber nada de salir de Berk si no era para jugar de nuevo a capturar la oveja en alguna isla cercana. Los vuelos en dragón también eran más frecuentes, y en general se veía a toda la isla más activa.
Mérida estaba sorprendida de no ver a Mocoso por las calles de Berk, o volando con Garfios por ahí, pues él, los gemelos y Eret habían sido de los primeros en decir que se iban a las islas del alrededor a jugar más rondas con los lugareños. A saber cuándo volverían.
—Bueno, ha sido un éxito —dijo Hipo, cuando había pasado una semana—. Mocoso nos deja en paz un tiempo. Parece muy feliz.
—Sabes que tarde o temprano seguirá con su plan, y probablemente intente recuperar el tiempo perdido —repuso Bocón.
—Más posibilidades también de que Olaf también demuestre habernos dejado en paz. Hace meses que se fue.
—No quiero la guerra contra ese hombre, Hipo, pero creo que te excedes con tu optimismo.
—Igualmente estamos preparados para defendernos —intervino con firmeza Ástrid—. Berk y todo el archipiélago oeste sabe de ese hombre y no dudarán en llamar a más aliados para hacerle frente.
—No te preocupes, Bocón, cuando Mocoso empiece a convencer de nuevo a sus compañeros daré un aviso de que me estoy pensando su propuesta, y daré una decisión final.
—¿De qué servirá? —preguntó el herrero, inseguro—. Pondrás a todo el pueblo en tensión.
—Obligaré a Mocoso a decidir ante todos. No podré detenerle tampoco si consigue su apoyo. Tampoco quiero ir en contra de mi pueblo. —Hizo una pausa y miró a Mérida—. Igualmente Gothi dijo que Mérida nos ayudaría en esto de alguna forma, pero también dijo que no estaba preparada. Toda espera para que lo esté es bienvenida.
La princesa bajó la cabeza. «No estás preparada», decían sus entrañas. No estaba preparada pero no para dejar a Ástrid viviendo en Berk, sino para volver ahí fuera. Berk se había convertido en un refugio, bastante peligroso y emocionante, pero un refugio. Nada malo le pasaba allí, porque tenía a mucha gente apoyándola, porque si parecía que iba a morir, siempre acababa saliéndose con la suya y vivía un poco más. Además, sabía que nada más cruzar el Mar Sin Sol todo se vendría debajo de alguna forma, y se negaba a que ocurriera. No quería irse. Un miedo enterrado que volvía a salir a la luz.
Por eso aprovechó todo el tiempo que Mocoso estuviera entretenido con sus amigos para disfrutar de todo aquello que le sería negado pronto: volaba con Saorsa y Caraid, entrenaba con Hipo y Ástrid, y obviamente pasaba tiempo con la rubia.
Ástrid solía llevarla a explorar islas deshabitadas al norte y al este de Berk. Siempre había paisajes impresionantes que visitar con sus dragones (Mérida siempre llevaba a Caraid en estos casos, porque éste y Tormenta eran muy amigos y Saorsa no se prestaba a socializar de ese modo), y cuando a alguna de las dos les parecía que ya habían explorado suficiente, desmontaban en cualquier isla y se sentaban a descansar, dejando que los dragones jugaran o pescaran.
—Es increíble que nuestros ojos tengan un color tan parecido —dijo un día Mérida, que tenía la cabeza en la falda de Ástrid—. Son tan azules.
—¿De verdad me miras tanto? Qué detalle —se reía apaciblemente Astrid. Mérida lo sentía como un ronroneo al lado de su oreja—. Ojalá no te tengas que ir nunca. Fee Ra Huri.
Mérida la miró con intensidad. Era la primera vez que ella le decía aquella frase. En el pueblo se usaba como saludo amistoso, pero se notaba que tanto ella como Hipo iban más allá en su significado. Se levantó de su falda y le dio uno de tantos miles de besos tiernos que le había dado ya.
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Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]
FanfictionHace ya muchas décadas que los hombres del norte se han asentado por doquier en las islas británicas. Los clanes escoceses han vivido tiempos convulsos desde entonces. Y después de cinco años desde su primer desafío, una Mérida más madura descubre...