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Padre.

Lo recuerdo, es tan fresco como el rocío por la mañana. A pesar de no ser mayor de cinco años, en mi mente me pesa aquellos gritos y llantos de una mujer desesperada cayendo en oídos sordos.

Mi madre y tu discutían en una mañana de un martes en un mes de enero. No era una novedad, según mis hermanos. Fue algo que nunca cambio al paso de años de matrimonio o los que pasaron juntos, jamás comprenderé la necesidad de dañarse tanto el uno al otro por la efímera satisfacción de un triunfo a costa del corazón ajeno. Las cuatro paredes de la casa siempre se encargaban de informarnos de cuando acercarnos, que fueran de madera hacían que el sonido se filtrara son ningún problema, por lo que siempre supe en el momento en que había un incómodo silencio después de una dura pelea.

Pero esa sería la última vez que los escucharía gritar, de escuchar un llanto a un hombre tóxico. De ver a una mujer esperar en el porche para ver si su marido se digna a volver. Aún no sé si eso es bueno o malo.

Volviendo a lo que escribia. Madre no dejaba de gritar, sus palabras no las recuerdo con exactitud; solo distingo los fragmentos de frases como "No puedes", "Maldita", "Ruego" y "Vuelve"

Te suplicaba que te quedarás, no por ella, sino por nosotros. Una hipócrita.

Tú tomaste una maleta vieja grande de color malva y maltratada por el polvo, con un montón de parches mal colocados. Estoy seguro de que la sacaste del fondo del almacén que se encuentra en el patio trasero de la casa del abuelo, creo que no querías nada de la casa en la que pase gran parte de mi vida.

En ese entonces, estaba en la sala viendo la televisión de un programa norteamericano que me encantaba, pero fue cuando me miraste desde la entrada de la casa. Escuché pasos en el pie de la escalera no muy lejos de mi, era Takeshi con el uniforme de la primaria puesto. Ambos te miramos en confusión.

Tú nos miraste de vuelta, endureciste tus ojos. Esos ojos azules tan similares a los de mi hermana y los gemelos. Eran fríos, me aterraron pues no se veía algún brillo en ellos.

Abriste la puerta en silencio. Y saliste sin dedicar un puto adiós.

Takeshi salió por la puerta principal tratando de seguirte, no supe cuando Hotaru llegó y lo había agarrado de la espalda para evitar que se fuera.

Así que ... te fuiste. Te fuiste como el perfecto cobarde que has sido desde siempre.

Simplemente no pudiste soportar tener esa vida.

Mi pregunta es ¿Acaso no somos suficiente?

I Have Questions | Kaminari DenkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora