El día del amor ya había llegado, como Tata es un ser hecho de amor, sabía que este era su día y era perfecto para poder expresar sus sentimientos a cierta criatura hermosa que lo tenía tan encantado.
─ Chimmy... ¿te puedo contar un secreto?─ Tata se acercó un poco tímido al cachorrito quien jugaba a perseguir su colita.
─ Claro Tata, por algo somos amiguitos─ sonrió.
─ Me gusta Mang─ apareció un gran sonrojo en Tata el cual no pudo evitar.
─ Omo, ¡te gusta Mang! Wuuu.
─ ¡Ya Chimmy!─ se avergonzó.
─ Perdón Tata─ rio─ ¿Y se lo has dicho?
─ Ño, tengo miedo de hacerlo.
─ Ya sé lo que podrías hacer, ¡escríbele una carta!
─ ¿Una qué?─ Tata nunca había escuchado ese nombre tan raro, en su planeta cuando un Tata se enamoraba, bastaba con solo decirlo para que haya una gran Tataboda con un gran pastel de Tataberrys.
─ ¡Una carta! Cuando no podemos decir algunas cosas hablando las decimos mediante la escritura. ¡Yo te ayudaré Tata!
─ ¡Gracias Chimmy!
─ Y así le declararás tu amor a Mang, tendrán mini Tatas y vivirán felices por...
─ ¡Ya! ¡Basta que me sonrojo!
Manos a la obra, Chimmy llevó a Tata a su pequeño estudio donde tenía muchos materiales para hacer manualidades. Ahí se dispusieron a hacer la carta para Mang, Tata estaba algo nervioso ya que no sabía por dónde empezar.
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Luego de un largo tiempo escribiendo y adornado la cartita, por fin terminaron. Chimmy acompañó a Tata hasta donde estaba Mang para luego dejarlos solos.
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Este último estaba muy entretenido bailando ya que él adoraba bailar; Tata se había escondido detrás de la radio porque al ver a Mang moverse de tal manera, sus hormonas espaciales se alborotaron hasta el infinito y más allá.
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Tata no dejaba de imaginarse cosas bonitas que podrían pasar con Mang si le daba su cartita; mientras tanto, su amor platónico seguía bailando, aunque ya se había percatado de la presencia de Tata.
