Capítulo 30

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Slippery – Migos, Gucci Mane





Artemis me mira con atención, sentada en la tapa del váter, mientras yo me seco con la toalla. Ella maúlla una vez antes de comenzar a lamerse la patita, tomando su propio baño. El vapor ha empañado el espejo, así que tengo que secarlo con mi toalla para verme en él. La dejo hecha una bola en una esquina, donde está la ropa que me he quitado, y busco mi bóxer limpio. Levanto la ropa que he dejado doblada en la encimera del lavabo y lo encuentro. Me lo pongo y, acomodándome el paquete, examino mi pelo. Debería cortármelo, sobre todo, porque no soy fanático de perder tiempo peinándome. No es nada del otro mundo teniendo en cuenta que me lo rapé hace unos meses, pero empiezo a verme un tanto extraño.

     Después de echarme un poco de desodorante y colonia, me visto rápidamente con unos vaqueros rotos y una camiseta de manga larga de color caqui. Salgo descalzas del baño, con Artie siguiéndome, para dirigirme a mi habitación. Sobre la cama están los calcetines y la sudadera azul que voy a ponerme. Me siento para terminar de prepararme y  busco con la mirada los zapatos que quería ponerme. Unos Nike blancos que me compré hace un par de meses como pequeño adelanto de cumpleaños.

      Mir0 bajo la cama y los veo. Una vez estoy completamente vestido, cojo las llaves, la cartera y el móvil de la mesilla de noche, guardándomelos en los bolsillos. Compruebo varias veces que está todo listo y apago las luces del cuarto y del baño. Le echo un poco de comida y agua a Artie antes de coger las llaves del coche de la mesita del salón. Ella se queda comiendo, así que no me persigue hasta la puerta como de costumbre. Sin duda, prefiere a la comida antes que a mí.

      Bajo trotando las escaleras, nervioso, y salgo rápidamente del edificio. Está nevando un poco y hace un frío acojonante. Por suerte, tengo un abrigo y una bufanda en el maletero del coche, lo cual descubrí antes. De hecho, ahí debería dejar más cosas de ese tipo, ya que siempre me olvido de abrigarme en casa. Subo la cremallera del abrigo hasta el cuello y paso las manos por la tela impermeable antes de coger la bufanda marrón. Es vieja, pero la he usado tan pocas veces que parece recién comprada.

      Tenía pensado ir a casa de Fiona andando, pues vive ridículamente cerca. Pero la nieve cae copiosamente llenando las aceras y carreteras. No hay ni un alma en la calle y las farolas siguen fundidas. Por no hablar de que no quiero toparme con ningún desgraciado como el que intentó robar a Fiona. Joder, tengo instinto de supervivencia. Esos cabrones llevan navajas enormes y como la policía me pille con un arma estaré metido en un buen lío. Te vigilan mucho más cuando ya tienes antecedentes penales.

      La zona de Fiona no está tan desierta como la mía y las calles ya están iluminadas. Los locales que están abiertos atraen a muchas personas y hay bastante ambiente en las calles. Aparco un poco lejos de su edificio y mientras camino hacia la puerta veo que su coche está aparcado cerca del semáforo.

     Subo los escalones rápidamente, todavía con los nervios a flor de piel. Joder, quiero salir corriendo ahora mismo. Pero ya estoy frente a su puerta y mi dedo ha tardado una centésima de segundos en apretar el interruptor del timbre. Escucho un maullido al otro lado de la puerta y recuerdo que Fiona ahora tiene una pequeña gatita. Esa bola de pelos de color gris es de lo más adorable. Como Artemis cuando era una cría. Ahora que ha crecido es una gata demasiado lista como para que resulte tan adorable. Aun así, hace conmigo lo que quiere. Soy demasiado blando.

     Fiona abre la puerta seria, inquieta, pero me muestra una sonrisa nerviosa.

     Al menos, no soy el único nervioso aquí.

     —Hola —saludo y trago saliva, sintiendo la boca seca.

     —Hola.

     Frunce los labios sin dejar de mostrar su sonrisa.

𝐅𝐢𝐨𝐧𝐚 © [F #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora