Querida Elizabeth:
Desde que partiste, las cosas en mi mundo no andan bien. Realmente no me siento bien... mientras escribo estas líneas tengo un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos me acompañan, ya nada es como antes, ya no estás tú.
La vida me duele a ratos, desde aquel día en el que la dulzura de tus labios me llenó el alma, todo en mi universo ha estado de cabeza.
¡Ay, Elizabeth! Si supieras cuánto te extraño... ya es invierno y no he sabido nada de ti en meses. Si supieras la nostalgia que siento cuando las gotas de lluvia caen sobre mi rostro, recuerdo que solíamos probarlas y deleitarlas como chispas de vida directo al corazón.
Hoy jugaba con mi hijo y por un instante pude sentir la suavidad de tus manos en mi piel. Si, dirás que estoy alucinando, pero, a veces siento que estas impresa en mí.
Definitivamente las cosas no andan bien... si tan solo me hubiera quedado a tu lado aquella noche de mayo, si tan solo hubiéramos hecho el amor una vez más. Las palabras se me agotan, Elizabeth, y hay tantas cosas que quiero contarte.
Las rosas blancas son tus preferidas, decidí decorar mi hogar con muchas de ellas. Daniel aún no se explica el porqué de tanta pulcritud, él no sabe que cuando te extraño me da por parecerme a ti.
En el trabajo las cosas también están complicadas, no he podido terminar de escribir el libro y es que cuando no te tengo, la inspiración sale de vacaciones a una isla muy lejana.
Elizabeth, cuanto quisiera pedirte que regreses, pero sé que no puedes regresar. De vez en cuando, las tardes me huelen a ti, me huelen a esa delicada mezcla de jazmín con algodón. A veces cierro los ojos y puedo ver tu cara, tan perfilada, tan blanca, simplemente tan perfecta.
La noche del pasado jueves soñé contigo, afortunadamente en el sueño pude revivir nuestros momentos en aquel hotel de la calle 22. Esas caricias fortuitas, que me llevaban hasta tus senos redondos, pude observar una vez más las curvas perfectas de tus caderas; ¡Ay, Elizabeth! Como añoro ese deliciosos sabor de tus labios color carmesí.
Constantemente me gusta pensar en nuestros cuerpos apelmazados, me gusta deleitarme en el recuerdo de tu desnudez. Querida Elizabeth, hoy me atrevo a confesarte que amaba tu desnudez y es que eres perfecta, tus piernas largas, tu trasero grande y esa sensual voz que me seduce en pocas palabras.
Te extraño tanto, que he llegado a extrañar hasta el humo de tu cigarrillo. Extraño aún más nuestras noches de sexo, y ese profundo secreto lleno de pasiones. Daria cualquier cosa, por rozar de nuevo tu cuerpo con mis manos.
Elizabeth, si estuvieras aquí no tendría que contarte tantas cosas, no tendría que plasmar este triste sentimiento en estas líneas de papel. Pero bueno, el café se enfría y yo debo irme.
Espero que estés bien, querida Elizabeth, y que Argentina te esté tratando de maravilla. También espero que pienses tanto en mí, como yo lo hago en ti, perdóname si hablé de más en esta carta, pero no puedo contener este universo de sentimientos.
Créeme que espero volver a verte muy pronto y guardo la inmarcesible esperanza que esta carta si tenga respuesta, yo te amo Elizabeth y eso es una realidad que nunca cambiará. Eres mi amiga más querida, mi amante irremplazable y ese amor profundo que cualquiera desea tener.
Te envío besos en la distancia.Siempre tuyo, Niall.