Parte 1 Sin Título

17 2 0
                                    

Dedicado a mi querida amiga Selena. Gracias por escuchar y leer mis tonteras <3

_________________________________________________________________________

Me encontraba camino a casa una noche cálida a los pies de la montaña. Caminaba a paso lento, viendo como la calle serpenteaba ante mis ojos. Tenía el cuerpo tibio, relajado, y mi largo pelo suelto el cual me hacía parecer una mujer desde atrás. Y sin duda los del pueblo, lugar donde estuve bebiendo por 3 horas, debieron pensar que era una chica por la pinta que llevaba. Persona menuda, pelo largo y castaño claro, ni muy alto ni muy bajo, sentado solo en la barra, con ropa simple de campesino normal. Era entretenido ver los ojos de sorpresa en los hombres cuando se acercaban y se daban cuenta de la verdad. También lo hicieron algunas chicas, curiosas por lo novedoso de la noche en un pueblo donde nunca nada pasaba.

Siguiendo el sendero, ahí, medio borracho y más embriagado por el viento y la luna en mis ojos, preferí descansar bajo dos árboles que habían crecido separados, pero que con los años se habían logrado conectar con un hermoso abrazo de hojas y ramas verdes. Apoyé la espalda buscando la posición correcta en el suelo, miré hacia arriba y era aún más hermoso la conexión de aquellos árboles, donde ahora no parecían un abrazo, sino un portal que daba a la belleza de la luna y sus estrellas. Cerré mis ojos y respiré profundamente.

Mis manos se deslizaron solas al borde de mi pantalón, comenzando por la piel de mi estómago, hasta llegar a mi zona cálida. Mientras el viento rozaba mis mejillas tibias, mis dedos se encargaban de las caricias de placer. Era un momento de relajación que no sentía desde hace mucho tiempo. Estaba solo ahí, con la única compañía de la naturaleza.

Mis ojos en un momento se perdieron en la luna y su brillo, bajo su atenta mirada. Me perdí en los detalles y en lo esplendido que era estar bajo su luz. Junté todas aquellas emociones, pensamientos y fantasías liberándolos en mis humedecidas manos. Entre suspiros y el relajo de aquello último, tenía la mente atrapada. Tan así que no me di cuenta que un peso extra se había posado sobre mis caderas justo en ese momento. Mi primer instinto fue pánico, luego girar mis ojos para ver quién era, para finalizar con la sorpresa y un pequeño grito de asombro.

Sobre mi se encontraba un hombre, delgado, pero no menos que yo, con sus piernas a los costados de mi cuerpo, y los ojos brillantes mirándome atentamente. No logré reaccionar a más ni a fijarme en más detalles porque el chico se cayó sobre mi, desmayado. Su cuerpo era extrañamente liviano para la contextura que tenía y su calidez no era normal. Como pude lo moví hacia un lado con cuidado, arreglé mi ropa y me senté a su lado. Luego de unos segundos, él joven abrió sus ojos, levantó su cuerpo y se sentó frente a mi en la misma posición que yo. Él estaba desnudo. Su piel era blanca, más blanca que la de cualquier chica kilómetros atrás que haya visto en los últimos meses y años. Quise hablar. Preguntar porque se había posado sobre mi así, de dónde venía, quién era. ¿Quería asaltarme? Ya no llevaba dinero, lo había bebido todo como buen soltero. Lo intenté, intenté articular palabra, pero mis labios no se movieron. Mi cerebro daba las ordenes, pero mi cuerpo no las cumplía. Solo me encontraba ahí, frente a él, un ser desnudo, blanco, con una belleza humana la cual te provocaba una ternura casi angelical. Mis ojos por fin se movieron, luego los hicieron los de él. Miré su piel más de cerca y él también. Era tersa como la seda. Algo humano, pero a la vez fuera de este mundo.

Quise tocarlo.

Lo hice. Y así lo hizo él también. Conectamos nuestras manos, acercamos nuestros cuerpos. Tomé una gran inspiración y su perfume hizo volar aún más mi mente. Era dulce, pero a nada a lo cual haya sentido antes. Su cuello se inclinó hacia un lado y el mío también, pero en dirección contraria. Se sentía como un baile cada movimiento. Apoyamos nuestras cabezas en un abrazo, como lo hacían los árboles. Y su calor, que se sentía como amor transformado en calidez, me hizo llorar. No era tristeza, si no más bien un sentimiento de alegría. Su energía se traspasaba a mí, y al momento del primer tacto lo supe. Supe que era testigo de la belleza en su estado más puro. Apreté el abrazo.

MoonWhere stories live. Discover now