Me tuve que contener por no soltar ningún comentario fuera de lugar al chocarme con un alumno de primero que corría por los pasillos, malditos críos.
No solo llegaba tarde a clases extraescolares, sino que unicamente iba por mi segunda semana de clases en este estúpido instituto lleno de gente.
Anduve por los largos e interminables pasillos de aquel instituto hasta que encontré el aula que más odiaba de todos, el de clases extraescolares, o como lo preferían llamar ellos: clases para retrasados.
Ni siquiera me molesté en llamar a la puerta con dos o tres golpes de nudillos sobre la madera, entré directamente llevandome la grata sorpresa de que no se encontraba ningún profesor en el aula.
-Ya creía que te habías perdido
Su voz sonó desde uno de los rincones del aula lleno de gente defectuosa, era Terry. Tal vez la única persona en el mundo por la que pueda sentir algo de afecto. Me pondría a recordar nuestra historia, bueno, eso en caso de que recordara mi pasado.
-¿Dónde esta el malhumorado?-Cuestioné mientras me acercaba.
-Al parecer, no está. Según he oído, tuvo un accidente.
-¿Un accidente? ¿De qué narices hablas? ¿Intentó darse autoplacer y al terminar le dio un ataque al corazón?
Su histerica y escandalosa risa sonó por todo el aula, llamando la atención de todos los que se encontraban allí metidos. Aunque al darse cuenta de que se trataba de Terry volvieron a sus asuntos, ignorándonos de nuevo.
Iba a preguntarle a Terry sobre si sabía algo sobre el verdadero, y supuesto, accidente pero el ruido de unos nudillos contra la puerta hicieron que, por alguna razón, no abriera la boca.
La puerta se abrió, dejando ver al director de aquel infernal instituto acompañado de un chico de nuestra edad al que no había visto en la vida, por lo menos que recordaba de vida.
-Chicos, prestarme atención un momento-¿Cómo era posible que con aquellas cinco palabras consiguera callar a una clase de quince adolescentes?-El señor Mason va a estar un tiempo sin acudir al instituto, sin embargo, hemos encontrado otro profesor que este dispuesto a ayudaros.
Esperaba que Terry dijiera alguno de sus típicos comentarios en voz baja, o que resoplara en modo de fastidio, sin embargo, preguntó una cosa que todo el aula se estaba preguntando interiormente.
-¿Y quien es el guaperas que esta a tu lado, director Franklin?
-Ah, sí. Este es Thomas, vuestro nuevo profesor.
-¿Bromeas? Tiene nuestra edad.
Ante tal comentario se armo revuelo en la clase, unos protestaban, otros lo defendian y luego estaba yo, que me importaba tres pimientos aquello.
Esperaba que el director alzará la voz o intentara poner órden, pero lo único que hizo fue decirle una cosa en voz baja al tal Thomas y salió del aula.
¿No es fascinante el ejemplo que da nuestro director?
Observé a Thomas con detenimiento, mientras que el observaba el paronaba que seguía habitando el aula. Sin duda era de nuestra edad, o como mucho nos sacaba dos años.
Su mirada se paseaba por cada uno de los estudiantes que estabamos allí metidos hasta que sus ojos se posaron en mi y, al hacerlo, su expresión cambió. La voz de Terry me hizo apartar la mirada.
-¿Qué se supone que hace?
-No tengo ni la menor idea.
-¿Haces algo después?
No tenía nada pensado para esta noche, pero el ir a su casa y comer pizza hasta que quedemos en coma no me apetecía mucho.
-¿Habéis terminado ya?
Una voz elevada de tono y firme nos sorprendió a todos, obligando a la mayoría a prestar atención a Thomas, visiblemente cabreado.
-Supongo que tendréis cosas que hacer, si necesitáis ayuda no dudeis en llamarme.
Terry y yo intercambiamos una mirada, el alzo la ceja izquierda y yo únicamente pude contestarle encogiendome de hombros.
Cuando Terry aparto la vista para sacar su libro de física avanzada observé a Thomas por una última vez antes de girarme y disponerme a repasar para el examen de tecnología que teníamos esa misma semana.
Aunque no sabía si bajo la atenta mirada de Thomas una pudiera estudiar.
(...)
Después de las clases, cuando Terry y yo volviamos a casa, sacabamos nuestras propias conclusiones sobre el ''accidente'' del profesor malhumorado.
-¿Y qué me dices de que haya encontrado una razón para vivir y haya formado un grupo de rock?
-Sería increiblemente genial, pero...-Hice una mueca.
-Me rindo, no tengo más opciones.
-El caso es que se ha ido, y me parece jodidamente extraño que nuestro nuevo porfesor sea un chico de nuestra edad.
-No empieces, sherlock.
-¡No he dicho nada! Solo que resulta malditamente extraño.
-Lex, olvidalo.
-Estoy harta de olvidar.
-Pues aparta ese tema de tu mente, ¿qué más dará que sea de nuestra edad o nos saque ochenta años?
-Solo he dicho que es extraño.
-Y como ya lo has soltado, ¿que te parece si vienes a casa o salimos por ahí a dar una vuelta?
Hice una mueca, haciéndole entender que no me apetecía lo más mínimo.
-Vale, pasaré una tarde solo en casa mientras que veo repeticiones de los simpson o algo parecído.
Sonreí y me despedí de el, ya que ambos tomabamos caminos difrentes para llegar a casa. De camino a casa había varias papelerías, por lo que iba a aprovechar la ocasión y comprar un par de cosas que necesitaba.
Entré en la que se encontraba más cerca de mi casa -y también la más batara- y compré las pocas cosas que necesitaba y de paso recogí el libro que encargué hace unos días: Blackout, de un escritor español.
Una vez en casa tiré las cosas sobre la mesa y me acurruqué en en el sofá a leer el libro.
« Olvídate de la civilización tal y como la conociste. No hay electricidad, ni transporte, ni agua corriente, ni comida en las tiendas. Pocos saben lo que sucedió aquella fatídica noche: solo que, en unos segundos, desapareció de la faz de la Tierra cualquier signo de progreso. Por supuesto, un teléfono móvil ya no es más que chatarra. O un arma arrojadiza. »
Me mordí el labio, ansiosa por empezarlo y con un suspiro satisfactorío, abrí el libro.
(...)
Iba a empezar el capítulo seis cuando el timbre de casa interrumpió mis planes.
Me levanté del sofá y me dirigí a la puerta, sin ni siquiera mirar por la mirilla por si acaso el que se encontraba fuera era un violador, giré el manillar y abrí la puerta.
Tuvé que parpadear dos veces antes de articular alguna palabra.
¿Qué hace él aquí?
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