Capítulo 18: socorrista

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-¡Carolina, espera!

Al escuchar los gritos entrecortados de mi amigo Max me detuve de golpe. Era la tercera vez que me pedía que le esperase, pero por suerte de mi amigo ya habíamos llegado al portal de su piso. Max siguió corriendo –más o menos- hasta alcanzarme y colocó sus manos en sus rodillas mientras respiraba tanto por la boca como por la nariz.

Mi amigo se alzó estirando sus brazos y cogiendo más profundamente aire. El sudor se había marcado en su ropa de deporte y varias gotas recorrían su rostro. La verdad es que me parecía extraño ver a Max sin las gafas, dándome cuenta que aquellas lentes de pasta negras marcaban mucho su estilo. Su pelo castaño estaba más rizado y varios mechones se habían enganchado en sus sienes.

-Odio a los médicos y… a su maldita teoría sobre… que hacer ejercicio es… ¡SALUDABLE!- Max volvió a coger aire con más fuerza y se llevó una mano a su pecho. Menudo dramático estaba hecho.- ¡JODER, me ahogo!

-Te dije que no vinieras a correr conmigo.- Dije entre risas.- Estoy en mejor forma que tú.

-Tonterías… La última vez que corrí fue cuando tenía doce años y fue porque estaba siendo perseguido por Ashley Quisten.

-¿La acosadora de tu adolescencia?

-Quería que fuera con ella al baile de fin de curso y le dije que no. Me estuvo dando el coñazo durante todo el día en el instituto y cuando era hora de volver a casa, decidí ir corriendo.- Max se encogió de hombros y abrió la puerta de la portería.- Tenía miedo que descubriera donde vivía y se colara en mi casa en mitad de la noche.

-Tiene que ser horrible ser un rompecorazones entre las chicas.

-Sí eres un tío que le encantan los penes, sí. Es un poco coñazo.- Max abrió la puerta de su piso y me miré en el espejo del vestíbulo. También estaba sudada y roja del esfuerzo físico. Necesitaba una ducha ya.- Mi dulce hogar…- Max cogió aire con desesperación.- Nunca más te abandonaré para salir a correr con esta deportista de élite. Lo prometo.

-Que exagerado eres.- Puse mis ojos en blanco y me encaminé a su habitación, donde se encontraba la única ducha del piso.- Me voy a bañar, ahora vuelvo.

-¡Oh, no! Me pido primero ducharme.

-Demasiado tarde. Lo he dicho yo primero.

-¡Eso ya lo veremos!- Max salió disparado y me aplastó contra la pared del pasillo principal. Él desapareció detrás de la puerta de su habitación y después escuché una segunda puerta. Mierda, ya se había encerrado en el cuarto de baño.

-¿Y ahora sí que corres, eh?- A pesar de que hice ese comentario gritando, dudo mucho que Max lo llegase a oír. Puse mis ojos en blanco y me dirigí a la habitación de mi amigo donde estaban mis cosas.

Cogí mi móvil y revisé si había alguna llamada de mi madre, pero encontré la llamada de otro número. Era Lucía. Antes de preguntarme por qué me había llamado a las nueve de la mañana, ya le estaba devolviendo la llamada. Al segundo timbre descolgó.

-Buenos días, Carolina.

-Buenos días, Lucía.- Me dirigí hacía la cocina y cogí un zumo de melocotón de la nevera.- ¿Me has llamado, verdad?

-Sí, sí. Verás, el próximo día en plató vais a tener que hacer un desfile las pretendientas de Axel. El reto es ir disfrazado de socorrista.

-¿De socorrista…?- Repetí incrédula.

-Sí, a veces en el programa las pretendientas hacen desfiles para sus tronistas. Los ganchos puntúan vuestra puesta en escena, Robert como nuestro estilista valorará la caracterización y después el tronista decide quién es la ganadora. Suele haber premio, así que tómatelo en serio.

El diario de una pretendientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora