Héroe con y sin prodigio

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— ¡NOOOOOO!

El grito de Nino resonó por toda la habitación, sobresaltando a Alya, que dormía plácidamente a su lado.

Ambos se incorporaron de golpe en la cama, y se miraron el uno al otro. Inmediatamente después el chico se abalanzó hacia su novia, estrechándola con fuerza entre sus brazos.

— Shhhh... calma, cariño... calma — susurró la morena con la cabeza apoyada en el pecho del varón — ha sido un sueño... sólo un sueño.

Poco a poco, la respiración de Nino se fue normalizando y el agarre que ejercía sobre Alya, disminuyendo. El chico pareció ir retomando el control de sus emociones y, pasados unos minutos, se dejó caer nuevamente sobre el colchón, atrayendo a su novia hacia él, para rodearla con uno de sus brazos y apegarla a su cuerpo.

La estudiante de periodismo se acomodó junto a su chico, rozando ligeramente con las yemas de sus dedos su torso desnudo y trazando pequeños círculos sobre él, en un lento y calmante ritual.

Al principio, aquellos sueños se habían dado de forma esporádica, normalmente tras el ataque de algún akuma y sin ninguna repercusión en el día a día, pero últimamente se habían hecho más recurrentes y comenzaban a influir en algunos aspectos de su vida.

Alya quería ayudar como fuese a su novio, así que, aún a riesgo de que sus comentarios iniciasen una nueva discusión, se sintió incapaz de callar.

— Cariño... es la tercera vez esta semana, y... estoy muy preocupada por ti — comentó con el tono más dulce y amable del que era capaz.

Nino guardó silencio, esperando que aquella fuese una de las charlas compasivas de Alya y no uno de esos interrogatorios que se le daban tan bien. Lo último que quería en ese momento era discutir con ella. Necesitaba tenerla entre sus brazos y sentirla a su lado. Necesitaba la paz que sólo ella sabía darle.

Porque, aunque todo el mundo pensase que era él quien daba mesura al carácter impulsivo y atrevido de Alya, en realidad era ella la que conseguía que la calma y la tranquilidad reinasen en su vida y en su corazón.

Alya era el complemento perfecto para él, su otra mitad, la mujer de su vida, su único amor.

Lo sabía. Desde la primera vez que se miraron de verdad a los ojos, desde que compartieron su primer beso. Sabía que no había nadie más para él.

Y por eso mismo, aquellas pesadillas le aterraban más que ninguna otra cosa en el mundo. Porque no paraba de perderla en ellas. Porque cada sueño era una nueva oportunidad para salvarla y una vez tras otra fallaba en el intento. Y eso le destrozaba.

Y, aunque al abrir los ojos comprendía que aquello no había sido nada más que un sueño, durante el tiempo que aquella pesadilla duraba, podía sentir cada una de las cosas que le ocurrían con absoluta claridad.

Ser Carapace no era algo que hubiese pedido, eso lo tenía claro. Pero en el fondo de su ser, sabía que sí era algo que había deseado. Ser un protector, cuidar de los que amaba. Y lo deseó sobre todo por ella. Porque al verla en peligro quiso hacer todo lo que estuviera en su mano para protegerla.

— Nino... — le llamó Alya sacándole de sus enmarañados pensamientos — deberías hablar con alguien sobre lo que está pasando... podríamos decirle a Marinette y...

— No, Alya. Sabes que no quiero preocupar a nadie más — negó con la cabeza — Además, si Ladybug se entera de esto, tal vez no me permita acompañaros la próxima vez que algo ocurra y no podría soportar que os sucediese alguna cosa por no haber estado ahí para protegeros — expuso con sinceridad — sobre todo a ti, mi amor — acarició el rostro de la morena y dejó un dulce beso sobre sus labios.

Le protecteurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora