capitulo 2 = La empresa

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El estacionamiento estaba casi desierto cuando llegué. Respiré profundamente, dejando que el aire fresco llenara mis pulmones, tratando de calmar el nudo en mi estómago. Sabía que, al cruzar las puertas del edificio, debería enfrentar una vez más el elevador que me llevaría a la oficina, a mi jefe y a sus interminables correcciones que, aunque bien intencionadas, no dejaban de recordarme mi inexperiencia laboral.

El ascenso fue silencioso y algo claustrofóbico. Cada día era igual: nuevas caras, interminables horas frente a la computadora, y la sensación constante de que cada movimiento debía ser meticulosamente calculado. Era agotador, como si todos los engranajes del lugar estuvieran sincronizados a un ritmo que aún no lograba entender.

cuando finalmente llegué a mi escritorio, noté que algo faltaba. Rebusqué entre los papeles apilados, sintiendo la frustración crecer en mi interior. Antes de que pudiera organizar mis pensamientos, una voz me sobresaltó:

—¡Oye! ¿Buscas algo? — Una mano se posó suavemente en mi hombro, y me volteé con timidez para encontrarme con una chica que sonreía con calidez.

Giré rápidamente, observando con timidez a la dueña de esa voz. Sintiendo un leve rubor subir a mis mejillas. Frente a mí, en el pasillo, estaba una chica de tez clara, con unos ojos almendrados de un tono gris azulado que dictaban misterio en su mirada, y unas cejas bien perfiladas que enmarcaban su rostro redondeado, otorgándole una apariencia de dulzura.

—Perdón, buscaba unos archivos que habían dejado por equivocación en esta mesa— respondí con torpeza, tratando de disimular mi nerviosismo.

—¿Hablas de estos? — preguntó mientras señalaba una pila de papeles que sostenía en sus manos acercándolos hacia mí.

—¡Sí, gracias! — exclamé rápidamente alviada, tomándolos entre mis manos

—No hay de qué. Por cierto, ¿Cómo te llamas? — inquirió, manteniendo su sonrisa.

—Manuela— respondí, devolviéndole el gesto.

—Encantada, Manuela. Soy Sabrina Lewin, sub asistente del joven David. — dijo, extendiendo su mano. Su voz y su manera de presentarse irradiaban confianza y profesionalismo.

Tras despedirnos, crucé el vestíbulo nervioso, aferrándome a las carpetas, y regresé a mi escritorio para tomar asiento y revisar cada uno de estos documentos y hacerles sus debidos cambios. Observando detenidamente como esta se alejaba poco a poco, preguntándome cuánto tiempo me tomaría aprender los intrincados engranajes de esta empresa. Me hundí en los documentos, repasando mentalmente lo poco que sabía sobre David Becker mano derecha de Constantyn y subdirector de Corporaciones Drawon era un enigma. Todo lo que sabía de él provenía de susurros escasos, un hombre reservado, que evitaba las luces de los medios y se centraba en su trabajo con una discreción impecable. Su reputación lo precedía, pero prefería mantenerse en el anonimato detrás del éxito de cada uno de su proyecto.

Horas después, decidí tomar un descanso rápido y dirigirme al baño. El lugar estaba impecablemente limpio, con un aroma ligero a flores blancas que flotaba en el aire. Me miré en el espejo, acomodando un mechón rebelde de cabello y revisando que todo estuviera en su lugar. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no noté a la otra persona en el baño hasta que se aclaró la garganta.

—¡Oh, lo siento! No me di cuenta de que había alguien aquí— dije rápidamente, sintiéndome avergonzada.

—No te preocupes— respondió una mujer mientras aplicaba lápiz labial con precisión frente al espejo. Sus movimientos eran firmes y seguros, como si cada detalle de su apariencia estuviera calculado al milímetro. Me miró a través del reflejo con una sonrisa ladeada.

AMOR SIN EDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora