A Mérida le tuvieron que recordar cómo remar sin descuajeringarse la espalda en el proceso. Había pasado más de un mes desde la última y única vez que había tenido que hacer ese esfuerzo y, claro, a la que estuvo diez minutos remando ya no podía con su alma. Chusco y Brusca no dejaban de reírse de sus patosos movimientos discordantes con el resto de la nave. Por suerte, Mocoso y Ástrid le recordaron cómo encorvar su espalda correctamente y pudo empezar a recuperar el ritmo.
Pese a eso, dos horas remando sin parar hasta el cambio de turno fue mortal para la princesa, que se dejó caer pesadamente en el timón para descansar. Si hubiera sido capaz de dormir en ese instante, no se hubiera despertado. Comandar el barco tampoco era una tarea sencilla, pero por lo menos el ejercicio era mínimo.
El viento empezó a soplar con más fuerza hacia el mediodía, lo que les dio un descanso a todos: desplegaron la vela los cinco barcos y sus tripulantes pudieron tomarse más a la ligera la travesía por un rato.
Mocoso y Ástrid aprovecharon para hacer planes respecto a la princesa:
—Mérida debería volver a casa en algún punto de nuestro viaje. ¿Dónde la dejamos?
El líder de la expedición lo pensó un momento y luego miró a Mérida:
—Después de ir a ver a Tróndur, depende de lo que nos diga, iremos a Orkneyjar y que Sigurd te ayude a volver a casa —decidió Mocoso—. Sabrá protegerte mejor que nosotros.
Mérida se levantó, con los brazos en jarras, indignada.
—¿Y si no quiero?
—¿Cómo?
—Que no quiero volver entre desconocidos. Además, Gothi dijo que sería vital para ayudaros a solucionar vuestro problema con Tryggvason. No podéis dejarme tirada en cualquier costa, esperando llegar a casa como si nada hubiera pasado.
—Mérida tiene razón, tenemos que mantenerla con nosotros hasta que pase algo con ese hombre —la apoyó Ástrid—. Gothi no suele fallar en sus predicciones.
—Está bien —suspiró Mocoso—. Pero no hagas como yo, no te metas en líos.
Mérida le sonrió, como quién dice «no prometo nada». Ástrid se rio de esa mirada fiera. Mocoso se fue.
—Creo que, si no fuera porque sé de dónde vienes, te hubiera confundido con una nórdica. Tienes el espíritu —la halagó Ástrid.
Mérida sonrió y se sentó a su lado de nuevo. Posiblemente lo único que podría hacer para demostrar su cariño a lo largo del viaje. Nada que ver con ese metro o dos que las separaban durante el viaje de ida. Le resultó rematadamente adorable cuando la rubia se durmió en su hombro, aprovechando el descanso. Incluso durmiendo era elegante. Mérida era más del tipo de roncar espatarrada abarcando toda la cama, desmontándola durante la noche sin querer.
El viento tardó unas horas en amainar, pero después de un rato descansando, Mocoso llamó a remar de nuevo. Le tocaba a Mérida, pero la pobre tuvo que despertar a Ástrid. Le dio mucha pena hacerlo.
—Ástrid, te toca el timón —le susurró.
—¿Qué? ¡Ah! Sí, perdón. Uau. —Dio un buen bostezo—. Me he quedado muy dormida, se estaba tan cómodo...
Mérida sonrió con algo de timidez, le dijo adiós con la mano y se sentó en su sitio en los remos, sin ser capaz de dejar esa sonrisa.
Los turnos se siguieron sucediendo en alta mar y, cuando el viento amainó, se hicieron mucho más intensos. Sin la ayuda del viento, parecía que remaran en un enorme charco de aceite por el que no avanzaban. Se hizo de noche y apenas vieron en la lejanía una pequeña mota de tierra.
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Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]
Fiksi PenggemarHace ya muchas décadas que los hombres del norte se han asentado por doquier en las islas británicas. Los clanes escoceses han vivido tiempos convulsos desde entonces. Y después de cinco años desde su primer desafío, una Mérida más madura descubre...