Compromiso X

122 15 1
                                    

Noodle agitó con suavidad su sable dando unos cuantos golpes al aire mientras su padre bebía una copa de vino en el jardín, mirando fijamente como su hija parecía bailar gracias a los movimientos que hacía con el arma, su cabello atado con una cinta roja que fulguraba entre todo el negro.

La camisa ondeaba mientras ella jadeaba con gusto antes de detenerse y dejarse caer en el suelo, esperando a quien se suponía, debía ser su rival. Miró sus zapatos golpeando un poco el taco con el suelo para poder quitar el polvo acumulado.

- Recibí un mensaje de tu abuela.

- ¿Qué quiere? ¿Qué vaya a Francia a verla?

- No, envió el vestido de novia para que te lo pruebes.

- ¿Por qué tanta insistencia con que utilice el vestido con el que ella se casó? Además, aún estoy conociendo a Stuart.

- Es el mismo que utilizó tu madre cuando me casé con ella y lo usó tu bisabuela en su boda.

- Un trozo de historia. – Comentó burlona, desabotonando el cuello de la camisa.

- También, cuando venga a la boda, traerá unas cuantas alhajas, creo que tiene un anillo que le regaló María Antonieta a tu bisabuela, es como la joya insigne que cada mujer de la familia a usado en sus bodas como adorno.

- ¿Con el fin que tuvo la reina quieren que me coloque esa cosa? Mamá murió joven, bisabuela no fue feliz en su matrimonio y abuela enviudó después de que mamá naciera. – Sonrió, pellizcándose el puente la nariz. – Con esos antecedentes, creo que es más que obvio que la joya esta maldita.

- Hija, esas cosas son tonterías.

- Bueno, tal vez mi infelicidad tenga que ver con tu terquedad de casarme con un hombre que no amo.

- A pesar de que lo niegues, sé que te sientes atraída por él. – Noodle rodó los ojos.

- Ojalá pueda sostener bien una espada, me gusta entrenar con esta cosa.

- Sé y creo que puedo sorprenderla, joven prometida mía. – Se sobresaltó cuando el hombre de pelo azul se les acercó. – Hace tiempo que no lo hago, pero recuerdo bien las lecciones de mi maestro, decía que o aprendía a usar la espada o me cortaría la mano derecha. – Le tendió una mano a Noodle para ayudarle a ponerse de pie ella aceptando hastiada.

- Entonces, tenga. – Un lacayo se acercó con un sable similar al de su prometida.

Los dos se colocaron en posición ante la atenta mirada del padre de Noodle, ella sonriendo levemente antes de lanzar el primer ataque, apuntando hacia el brazo armado de Stuart, quien la esquivó con éxito.

- No sabía que lo suyo era los ataques sorpresa. – Dijo con soltura, evitando tutearla. – Pero debéis tener más cuidado, parecer ser un poco atarantada con tus golpes. – Agregó al esquivar otro ataque.

- Y vuestra merced no debería hablar con tanta seguridad, puede que el ataque sorpresa sea mucho más efectivo de lo que piensa. – Jadeó, girando para darle la espalda, sabiendo de antemano que él aprovecharía la situación para atacarla.

Con un movimiento hábil, tomó el brazo de su prometido, quien se había acercado rápidamente por su espalda, para poder tirarlo al suelo, el sable del hombre saltando lejos de la mano de su dueño.

- Se lo dije, además, no hay mejor maestro que un hermano mayor. – Terminó, el sable de la mujer apuntando firmemente al rostro de su prometido. – Siempre entrené con mi hermano y, créame o no, siempre ganaba.

- ¡La revancha! – Exigió Stuart, emocionado con la idea de que ella fuese tan entretenida colocándose de pie con velocidad.

- Lo que usted quiera, pero primero, una bebida fría.

___________________________

- Lo prometido es deuda, mi Lord. – Susurró suavemente Noodle de pie frente a un enorme cuadro en uno de los muros del despacho de su padre.

- ¿Es tu madre? – Él miró el pálido rostro representado en la pintura, la sonrisa y los brillantes ojos verdes, el pelo negro enmarcando el rostro de una joven vestida con prendas de lujo masculinas mientras sostenía una manzana madura en sus manos, una niña pequeña a su lado, aferrándose a su pierna, la mujer mayos sentada en una silla de madera enchapada en lo que parecía oro, una corona de flores amarillas decorando su cabello.

- Sí. – Apenas contestó, acercándose a la ventana. – Hay quienes dicen que me parezco mucho a ella.

- Yo no lo diría así. – Stuart se acercó a la joven por la espalda, deslizando una mano por su hombro. – Si, te pareces a ella, pero creo que tu belleza es mucho más fresca que la retratada. – Noodle se giró, los ojos oscuros admirando las joyas verdes de la mujer que era su prometida.

- Ella me quería mucho y abuela dice que yo puedo ser todo lo que mamá no alcanzó a ser. – Sintió como él la tomaba del mentón, alzando su rostro para posar sus labios contra los de ella, besándola con suavidad antes de escuchar un pequeño gemido escapar de la garganta femenina, animándose a profundizar, sus manos descendiendo para estrechar su cintura.

Su corazón se calentó al saberse correspondido.

No mentía, ella era hermosa, pero de una belleza diferente a las que había conocido antes.

Tal vez podía llegar a ¿amarla?

Día A Día ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora