Pétalos Arrancados

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Una nueva etapa comenzaba manteniéndolas a la expectativa pero la existencia de un pasado cargado de culpas y arrepentimientos podría influenciar su relación y afectarla de una manera significativa. Ambas estaban dispuestas a afrontar las situaciones que se les presentaran para brindarse ese amor que sentían y eso en el inicio de una convivencia era lo primordial. Una vez servidas las dos copas ambas se dirigieron al sillón para sentarse una enfrente de la otra.

─¿Y esos regalos?

─Pensé que no los habías visto. Ellos representan el preámbulo de nuestra convivencia si es que decidimos tenerla, digamos que complementa las llaves que me hiciste llegar.

─La intriga por saber que es me provoca ansiedad.

─¡Lo sé! Pero antes debemos aclarar nuestras dudas. ¿Estás lista?

─¡Sí! ¿Dime cómo se va a desarrollar esta terapia?

─Hablemos en principio de esas cosas de nuestro pasado que aún nos resultan difíciles de superar.

─¡Ok! ¿Me permites que comience yo? ─Jazmin asentía sonriendo y le dejaba una suave caricia en su mejilla, ambas injerían un sorbo de vino ─ De mi pasado quisiera borrar tantas cosas pero como es imposible es mejor contártelas así veo una enorme posibilidad de sanar mis heridas. Cuando conocí a Beatriz estaba iniciando mi proyecto con la floristería, ella trabajaba en la entidad bancaria que luego aprobó mi crédito. Comenzamos a vernos más seguido después de la negociación y poco a poco nos fuimos enamorando. Bea era una chica dulce, de buen carácter, atenta y muy conversadora, lo que más adore de ella desde el principio de nuestra relación fue su manera optimista de enfrentar la vida. A ella le debo ese sueño cumplido que es hoy Pasionaria. A los 6 meses nos entendíamos tan bien que hablamos de mudarnos juntas a su apartamento tipo estudio y 8 semanas después lo hicimos, mis expectativas eran inmensas por ser la primera vez en que vivía una experiencia como esa. Las ilusiones estaban en el más alto nivel y si te soy sincera no tuve dudas de que eso era lo que quería. Mi amor por ella me hacía capaz de alcanzar todo y más si ese logro nos beneficiaba a las dos. Recuerdo que siempre me decía que el haberme encontrado represento para ella el fin de la locura de vida que llevaba, eso me creo cierta presión que se fue transformando en miedo. Un temor a fallarle en algún momento, a no cubrir esas necesidades que ella buscaba, en fin a no ser o representar lo que esperaba de mí. A los 5 meses de convivencia me empecé a dar cuenta de los cambios en su carácter y note que su comportamiento era una especie de sube y baja, se irritaba por simples comentarios, me celaba y manipulaba, su mirada reflejaba estarle faltando algo, se ausentaba de casa por muchas horas, su aparición ya alertaba discusiones, estaba como pérdida dentro de sí misma y cada vez que me atrevía a pedirle una explicación terminaba yéndose dónde su madre y allí pasaba días sin responder mis llamadas. Yo solo quería ayudarla y además necesitaba saber si yo era la causante de su cambio para poder remediar mi error, pero mientras más insistía más se alejaba. Aguante otros meses esa situación hasta que estalle y recogí mis cosas con la firme decisión de dejarla. Ese fue el detonante para que Beatriz me confesara que años atrás por su negligencia e irresponsabilidad en un accidente su hermano menor había muerto. Cuando aquella tragedia ocurrió ambos eran adolescentes y desde esa época ella cargaba sobre su conciencia esa culpa cayendo en una depresión recurrente. Saber que por esa causa empezó su adicción a las drogas, a los fármacos y al alcohol, me destrozó. Estaba delante de una perfecta desconocida y mientras más la escuchaba no podía creer que yo no me hubiese dado cuenta de ese problema. Me sentí miserable y me comprometí a estar con ella pero Bea no quería mi ayuda ni mi compañía y eso no me lo decía de frente. Sin que yo pudiese hacer nada para impedirlas escenas violentas esta vez tomaron protagonismo, producto de aquella mezcla explosiva que la hacía transfigurarse en un ser muy distinto. En una de sus crisis llego a golpearme tan fuerte que fui a parar al hospital con una severa contusión en mi cabeza. En mí la culpabilidad fue creciendo y con ella Bea me seguía arrastrando a su mundo oscuro, en la quinta ocasión que me causo más daño estuve internada varios días y allí fue que conocí a Mauren. A ella le agradezco hacerme ver que yo también era una víctima de mi misma y que si no rompía todo contacto con Beatriz terminaría en tragedia nuestra convivencia. Cuando por fin la deje Bea fue recluida en un centro de salud para tratar su adicción y depresión, ese día se quebró frente a mí y lo que me dijo aún me produce sufrimiento.

Entre Flores y CosméticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora