III

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Hoy me encuentro con una energía renovada.

Puede ser porque ayer no hubo ningún incidente.
Puede ser porque el ambiente de clase me resultó muy cálido, incluso familiar...

O puede ser culpa de unos ojos grises.

En cualquier caso, me levanto diez minutos antes de que suene el despertador y cuando me miro en el espejo, no veo al patito feo de siempre, -tampoco veo un cisne, ojo-, sino que veo a una chica con ganas de comerse el mundo y preocuparse por las calorías después, viviendo el presente.

Carpe diem.

Me tomo mi tiempo y decido que por una vez voy a ser egoísta a riesgo de arrepentirme después.
Pero, ¿qué es la vida sin errores ni equivocaciones? Sin errores no habría lecciones que aprender.

Es noviembre y aunque seguimos en otoño el clima es algo frío y no quiero acabar en urgencias por una pulmonía.

Escojo unos leggings vaqueros pero acto seguido me muerdo el labio, dudosa.

Son demasiado apretados...” -pienso en seguida, y desecho la idea.

Tengo unos jeans en el mismo color un poco más sueltos, así que decido que no es el fin del mundo y que unos pantalones no van a aguarme la positividad con la que he despertado.

En la parte superior me pongo una camiseta de tirantes negra de estilo nadador ajustada, y encima un holgado y muy calentido suéter color vainilla. Me viene considerablemente grande, así que a veces se me va hacia uno de los lados y me deja el hombro descubierto pero ese es el efecto que busco al elegir el conjunto.

No tengo ganas de enfrentarme a mi melena de león esta mañana así que tras unos minutos de mirarnos la una a la otra me decanto por arreglarlo como puedo con los dedos y colocarme una diadema negra con lunares blancos.

Oh, y mis fieles vans negras.

Miro el reloj y sonrío al ver que aún tengo tiempo de sobra para desayunar a gusto con mi madre e ir sin prisa a clase.

Bajo las escaleras tarareando una canción que se me ha metido en la cabeza y cuando mi madre me ve enarca una ceja y se cruza de brazos en una pose bastante graciosa.

–¿Quién eres y qué has hecho con mi pequeña? -intenta decir con seriedad pero termina fallando al reír en el último momento.

Creo que me he sonrojado porque siento algo de calor y en seguida pienso que quizá ha sido mala idea intentar arreglar algo que tiene demasiadas piezas desperdigadas por todos lados.

–¿Crees... que es demasiado? -confieso mi inseguridad manteniendo la mirada fija en los zapatos y jugando con un hilo que se ha deshilachado de la manga del suéter.

Oigo un suspiro y pasos acercarse a mí. Cuando levanto la vista mi madre ha dejado el delantal en la encimera y sus brazos me rodean, haciendo que el olor a café, tostadas y naranjas recién exprimidas se acentúe.

–Sí, creo que es demasiado. -hace una pausa y siento que se me estruja el corazón.- Desde que naciste hasta el día de hoy siempre voy a pensar que eres demasiado guapa, y llevar esa ropa lo único que va a hacer es que me vuelva loca al pensar que ya no eres una niña y algún día empezarás a traer chicos a casa... ¡No quiero ser abuela!

Y río, río con ganas, notando una humedad en mi mejilla. Estoy llorando. Sí, eso tiene sentido.

Lloro de felicidad al saber que pase lo que pase, siempre la tendré a ella.

–Gracias, mamá. Por todo. -murmuro en su cuello y ella me estrecha más contra sí.

El desayuno pasa de lo más normal y al terminar le deseo un buen día y salgo rumbo a clase.

El camino se me hace bastante corto y llego a clase con algo de tiempo para sacar las cosas y acomodarme en la mesa.

Miro por la ventana por lo que me parece una vida entera hasta que me percato de que ha comenzado a llover. No es un chaparrón, solo una suave lluvia.

Adoro los días grises.

–Vaya. Qué agradable sorpresa. -oigo a alguien decir suavemente a mi lado, y al girarme, quizá demasiado rápido, veo a aquel chico de ayer en el pupitre de al lado.

Me muerdo el interior de la mejilla y no sé qué decir.

–Maribel, ¿verdad? -vuelve a intentar llamar mi atención y creo que si sigo así va a pensar que soy muy rarita y se va a ir.

Asiento torpemente.

–Y tú eres José. -murmuro.

–¡Sí! Woah, te acuerdas de mí, eso es bueno.

Toda la clase se nos queda mirando y de repente hace mucho calor.

Me estoy sonrojando. No, no.

José parece ignorar todo lo que tiene alrededor y sigue con la conversación como si nada.

–Pues al parecer estamos en la misma clase. -y hay algo en la forma en que lo dice que me invita a pensar que se alegra.- Por cierto, genial la actuación improvisada de ayer, eres buena, pequeña.

Dice eso último señalándome con el dedo y modulando la voz como un mafioso.

Al principio no ocurre nada, pero en un parpadeo me encuentro intentando tapar mi boca para acallar la carcajada que lucha por salir.

Él parece complacido y ahí vuelven a estar sus blancos colmillos asomándose y sus ojos haciéndose chiquitines.

–¡Buenos días, pequeños artistas! -saluda Celia, entrando en clase con un aire demasiado bohemio y una carpeta con folios.

Algunos contestan el saludo, otros balbucean algo que no tiene mucho sentido y los que quedamos, hacemos cualquier otra cosa que no tiene nada que ver.

Como pensar en por qué José no deja de mirarme.
Y no, no es que esté mirándole. Bueno, no directamente pero de reojo aprecio su mirada sobre mí y estoy a punto de pedir permiso para ir al baño y salir corriendo a casa, cuando se oye un jadeo bastante fingido de parte de la profesora.

–Pero bueno, José, qué honor verte por mi clase, ¿a qué de debe?

Él se limita a encogerse de hombros.

–Quizá algo haya llamado mi interés este año.

Y creo que me he perdido.
¿Sabéis esas situaciones en las que aún estando ahí parece que los demás hablan en un idioma codificado y no te enteras de nada? Pues así me siento ahora.

Porque la profesora le sonríe de vuelta de una forma cómplice, y me da la sensación de que no es el primer año que José viene a esta clase.

–Bueno, ayer estuve toda la noche en vela estudiando cómo emparejaros para el trabajo de fin de trimestre, y creo que ya más o menos lo tengo todo nivelado. -anuncia cogiendo un folio y poniéndose frente a su mesa, dejando caer el peso allí.

Comienza a decir parejas de nombres que por razones obvias desconozco, hasta que llega a nuestra (¿Nuestra? What?) mesa.

–Sinceramente... No contaba con tu asistencia, José. Pero me alegro mucho de verte, y ver que estás bien. -dice Celia dándole un apretón en el hombro.- Como conoces todo esto mejor que nadie y Maribel es una de las alumnas nuevas, serás su compañero y guía. No dejas que se la coman el primer día.

Y después de guiñarnos un ojo, se va, dejándome a mí con un sonrojo importante y a él mirándome con diversión.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2019 ⏰

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