Suelto un suspiro haciendo que el cristal de la ventanilla del viejo coche de mi padre se empañara. El horizonte era llano, no había montañas a la vistas ni grandes árboles que adornara el paisaje. Sólo pasto y algún que otro animal. Un paisaje tan monótomo como la vida misma y tan aburrido como las eternas clases de matemáticas de la profesora Martinez.
Mi padre estaba en el asiento del copiloto. Como siempre. Vestido con su mítica chaqueta de cuero negro, playera y unos sencillos pantalones vaqueros desgastados por el tiempo y continuo lavado. Rocky mi perro, se encontraba en el asiento trasero, meneando de un alado a otro su peluda cola a la vez que jadeaba repetidamente, tumbado ocupando los tres asientos del coche.
-¿Cuánto queda? -Pregunto con impaciencia.
La espera me mataba lenta y dolorosamente. No sabía remente como comportarme. Era como si hubieran cogido un puñado de sentimientos metidos en mi cabeza, como si lo hubieran mezclado con una batidora. Volver a mi antigua ciudad donde me crié me da cierta nostalgia, había pasado una infacia que se podía considerar buena, no lo iba a negar. Sin embargo, en aquel lugar también guardaba recuerdos dolorosos que creía haber enterrado, aún no podía evitar que se me encogiera el corazón. Tuve que dejar muchas cosas por el empleo de mi padre.
El coche paró. Haciendo que Rocky levantara sus orejas caidas y comenzara a moverse con inquietud (seguramente por el espacio tan reducido). Rocky comenzó a ladrar.
-Ya hemos llegado.-Anunció en un suspiro mi padre.
El abrió la puerta y respiro profundamente mirando la casa que teníamos enfrente.
-Hogar dulce hogar...-Canturreó.
Salí del coche y abrí la puerta a Rocky. El salió disparado. Comenzó a corrotear de un lado a otro, como si de un juego se tratara.
-¡Noa!-Gritó mi padre.
-¿Que pasa?
-Ayudame con las cajas pesadas, tu padre ya está muy viejo para estas cosas.-Se quejó y se metio dentro de nuestra nueva casa.
Un suspiro inevitable se me escapa de mis labios. Cargo una caja y comienzo a caminar hacia la casa.
-¿Noa?-Era una voz femenina y familiar...
Me di la vuelta. Mis ojos se abrieron como platos ¿Laura? ¿De verdad era Laura? ¿La misma que usaba una enormes gafas y pelo castaño con rulos? Devía admitirlo que ha cambiado bastante. Había adelgazado unos kilos, eso podía notarlo. Ya no estaban las gafas de pasta color rojo chillón, ni tampoco aquellas sudaderas tan holgadas con logos de superhéroes. Ahora parecía más adulta, su pelo revelde, ahora lucía largo y ondulado, su ropa consistía en pantalones cortos, una blusa amarillo pálido y unas vans. Ella siempre fue muy amiga de Bianca. Bianca... ¿Desde cuanto tiempo hacia que no nos habíamos visto? Al final perdimos el contacto... No se ni como.
-¿Laura?-Murmuré sorprendido.
Por su parte esperaba un ¡Me alegro de verte! O quizás un ¡Cuanto tiempo! Pero lo unico que hizo fue dediarme una mirada fría y luego una mueca de ¿disgusto?
-Um... ¿Pasa algo?-Pregunté confundido.
-Acabas de llegar... -Comentó mirando la caja que cargaba.
-Si. -Respondi forzando una ligera sonrisa incomodo. Aunque ella padecia reaccionar todo lo contrario, como... Si le irritara mi presencia. Que yo sepa en el jardin de infancia nunca llegamos a tener roces.
-¿Que haces aqui?-Preguntó con bastante desagrado.
-Ahora vivo aqui. -Respondi a la defensiva. Me estaba empezando a molestar...
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Adiós, Bianca
JugendliteraturNoa vuelve a la ciudad donde su infacia quedo enterrada en el pasado. Las personas a las que en su tiempo se hacían llamar amigos ya no son lo que eran. Sintiendo gran frustración ante lo ocurrido, Noa se verá obligado a hurgar heridas del pasado a...