27. Estratagemas

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—Así que buscáis a Olaf Tryggvason, ¿eh? —resumió Áslaug. Mérida no había podido contener las ganas de contárselo todo. Sentía que era una persona de confianza—. Es un hombre peligroso.

—¿Le conocéis? —preguntó la princesa.

—Oh, claro que le conozco. Pasó hace unos días por aquí, de camino a Orkneyjar —dijo con irritación evidente—. Convenció a mi pueblo y a su líder de convertirse al cristianismo.

Ástrid apretó la mano de Mérida con fuerza, sin mirarla. Sabía que esa era la señal de peligro, pero la pelirroja se sentía simplemente a gusto. No sabía si era una bruja o no, pero no era mala persona.

—¿Y vos? —preguntó la nórdica rubia—. ¿Os convertisteis?

—Oh, claro que no, no tengo la cabeza tan vacía como ellos —se rio con amargura—. Pero mi primo Røgnvaldr, el jefe, no es tan listo y se dejó atrapar. Ahora mismo debe estar ayudando a vuestro amado Olaf con dos de sus barcos.

—¡Estáis de parte de Tryggvason! —exclamó Ástrid.

—¿Qué te hace pensar eso, jovencita?

—Eso, ¿qué te lo hace pensar? —repitió con una mirada aturdida Mocoso.

—¡Nos estás reteniendo mientras él ataca Orkneyjar!

—Tienes una voluntad muy fuerte, señorita, pero ahora vamos a comer.

Las últimas palabras fueron tan contundentes que Mérida no pudo ni siquiera pensar en otra cosa que no fuera agarrar la cuchara de madera y empezar a comerse la sopa que tenía delante. Mocoso ya la estaba engullendo. Ástrid se estaba debatiendo entre hacer lo mismo o mirarla y discutir.

Comieron en completo silencio al final. Nadie se atrevió a discutírselo y, en opinión de Mérida, no hacía ni falta. La sopa estaba buenísima.

En algún momento, Áslaug desapareció de la casa. Mérida entonces se puso a pensar: ¿qué era lo que esperaban? ¿Qué hacían allí, si ya podían irse con la información de dónde estaban?

—Chicos, tenemos que irnos. Ahora. ¡Ella no está, despertad!

—¿Qué? ¿Por qué nos hemos quedado a comer? —balbuceó Mocoso.

Fue como si su cabeza se desatascara de golpe. ¡Áslaug era una bruja! Les había estado reteniendo, era lacaya de Olaf y seguro que estaría mandando un barco para avisar a su nuevo aliado de que cinco barcos preparados para la batalla le buscaban.

—¿Cómo puedo haber caído en una trampa así? —balbuceó Mérida.

—No hay tiempo para lamentarse, ¡nos vamos!

Los tres salieron de la casa casi corriendo. Afortunadamente, no había barcos en llamas al otro lado de la puerta, un miedo que había asaltado a Mérida por un segundo. Seguían tal cual. Pero el sol estaba mucho más vertical en el cielo.

—Por todos los dioses, debemos haber pasado horas allí dentro.

Justamente Chusco, Brusca y todos los tripulantes de la nave de Mocoso acababan de saltar del barco para irles a buscar. Cuando por fin se encontraron, Ástrid no se anduvo con rodeos:

—Estamos en Hjaltland, muy cerca de Orkneyjar. Una bruja nos ha mantenido presos con su seiðr para tranquilizar a sus enemigos. La casa era una trampa en sí misma. Va a alertar a Olaf.

—Sólo vosotros podíais caer en una trampa así –se burló Chusca, sonriendo.

—Si Mocoso la miraba repitiendo todo lo que decía, vosotros dos acabaríais babeando —le replicó Mérida, más enfadada consigo misma que no con Áslaug.

Más allá del Mar Sin Sol [Mérida x Ástrid - Brave/Cómo Entrenar a tu Dragón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora