Capítulo 2: 4°C

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–¿Seguro que es aquí?– Le preguntó Simon.

Él edificio no tenía nada de particular. Era de ladrillo, y tenía pinta de antiguo. Respecto a la calle, estaba junto a un callejón lleno de basura por el cual era obvio que nadie en su sano juicio entraría sin un buen motivo. Había unas escaleras de incendios que bajaban hacia el callejón desde el edificio y desde todas las plantas. El resto de la calle no era nada de lo que estar orgulloso, pero al menos podían decir que vivían en Manhattan.

–Eso es lo que decía el mensaje del casero y Google Maps no nos ha fallado aún.

–No me gusta esa calle.– Dijo Simon señalando con la cabeza al callejón.

–Ni a mi. Así que no vamos a entrar ahí, ¿queda claro?

–Como el agua.

Él mensaje del casero les decía que en el buzón de publicidad que había junto a los telefonillos encontrarían un pequeño sobre con un par de llaves y una nota donde les decía que piso y la letra del apartamento.

Dylan miró dentro y encontró el sobre del mensaje junto a un par de folletos de un restaurante chino y chicles masticados. Le pareció un poco asqueroso, pero supuso que Nueva York era así.

Abrió el pequeño sobre y sacó las llaves. Se las enseñó a Simon mientras se reía y se las quitó para abrir la puerta del portal. Dentro también había un papel con un par de consejos y normas para la casa junto a la identificación del piso, Dylan lo leyó un poco por encima mientras subían en el ascensor. Había conseguido descifrar que piso era el cuarto, pero no eran capaces de descifrar si la letra era una C o una D.

–¿Tu que crees?– Le preguntó Dylan a su hermano cuando llegaron al pasillo y vieron que las puertas D y  C estaban una frente a otra.

–Creo que el señor dueño del piso debería apuntarse a cursos de ortografía.

–En eso coincidimos. Eres mejor que yo con los jeroglíficos, así que échale un vistazo.– Dijo pasándole la hoja.

–¿C?

–¿Estas seguro?

–No. Pero si la llave no abre, podemos probar en la otra.– Dylan se rió y después se agachó para estar a la altura de su hermano.

–¿Por qué a veces tengo la sensación de que eras más listo que yo a pesar de ser diez años más joven?

–Porque obviamente soy más listo que tu.

–Ya te gustaría.

Dylan le revolvió el pelo a su hermano y después se levantó para intentar abrir la puerta. Al principio parecía que Simon tenía razón pero al no poder girar la llave solo había dos explicaciones: o no era su piso o la cerradura era más dura de lo que pensaba.

La primera opción fue obvia cuando ella abrió la puerta. Era más alta que él, aunque sólo un poco, era delgada, pero no demasiado. Su piel negra era algo no muy común en la zona donde vivía Dylan, por eso le sorprendió tanto, además de su pelo rizado parecido a la melena de un león, y luego estaban sus ojos, casi del color de su pelo.

–¿Puedo ayudaros?– Dijo apoyándose en la puerta.

–¿V-vives aquí?

–Eh, si. Y me gustaría que me explicaras porque tus llaves están en mi cerradura.

–Es que no sabíamos si aquí ponía C o D y bueno... perdona.– Dijo cogiendo el papel de las manos de Simon y enseñándoselo.

–Oh, vale. No pasa nada. Montgomery tenía un letra horrible. Me alegro de que se haya mudado.

–¿Le conocías?

–Era mi vecino de enfrente. Claro que le conocía, aunque ahora supongo que sois vosotros.– Sonrió.

–Si.– Dylan se río como un idiota.– Acabamos de llegar de Kansas. Me llamo Dylan Mcall y él es mi hermano pequeño, Simon.

–Que monada.– Dijo mirando a Simon.– Yo soy Brooklyn Larson. Brook para los amigos.

–Un placer, Brook.

–Entonces... si tu vives aquí, ¿nosotros vivimos ahí?– Dijo Simon señalando la puerta al otro lado del pasillo.

–Si, supongo que si.– Dijo Dylan apartando por primera vez la vista de Brook y cogiendo las maletas.

–Eh, Kansas.– Le llamó Brook y él se giró.– Se te olvidan las llaves.– Dijo lanzandoselas.

–Ah, si, gracias. Bueno, supongo que... nos vemos.

–Si. Seguro que si.– Dijo cerrando la puerta.

En cuanto Brook cerró la puerta Dylan se dio cuenta de que podía haber hecho su primera amiga en años, y eso le agradaba.

Cuando abrió la puerta de su piso, Simon entró como un rayo. No era muy grande, lo cual les venía bien para solo dos personas y a diferencia del barrio, la casa estaba bastante bien. Había un salón amplio que conectaba con una cocina abierta y completamente equipada. El pasillo llevaba hasta las habitaciones, que estaban al final de este.

–¡Me pido la habitación grande!– Dijo Simon corriendo hacia la habitación grande.

–¡Oh no! ¡Eso ni hablar!

Dylan salió corriendo detrás de su hermano y cuando llegó a la habitación, le vio tumbado en la cama, así que se lanzó sobre él y empezó a haberle cosquillas.

–¡Para, para!– Le pedía Simon intentando coger aire.– Para Dylan, por favor.

–Vale, pero yo me quedo con la habitación.– Dijo sentándose y parando de hacer cosquillas.– ¿Qué opinas de la casa?

–Está bien.

–¿Si? ¿Te gusta?– Dijo y Simon asintió.– Que bien. Bueno, vamos a instalarnos y después pediremos algo de cena.

–¿Y los perritos?

–Ahora vamos a vivir en Nueva York, Sy. Vamos a hartarnos de comer perritos.– Dylan se río y le revolvió el pelo a su a su hermano antes de que empezarán a deshacer las maletas.

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