P.O el estafador.

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El reloj marcaba las 2am. La noche estaba fresca, pero por alguna razón, no quisiste cerrar la ventana. Te gustaba oir la fuerza del viento chocar contra las cortinas largas hasta el piso. Leías a Stephenie Meyer. Sus libros son tan apasionantes y profundos, que era imposible que no olvidaras lo que ocurría alrededor, te adentraras en la historia, la vivieras como propia y te perdieras en la fantasía. Crees que el cansancio tuvo que ver, porque recuerdas a Edward clavando sus colmillos en tu cuello. Era una mezcla de miedo, intensidad y placer, mientras succionaba tu sangre, y nacía en ti, el deseo de que no se detuviera jamás. Y fue entonces, cuando escuchaste un fuerte golpe, que te despertó de ese sueño tan real. Era como si algo hubiera impactado contra el piso. No eran las cortinas, conocías muy bien sus movimientos y el sonido que transmitían. Te pusiste de pie, guiada por el brillo de la luna llena que ingresaba por el gran ventanal. Tu madre se había encargado de apagar la luz mientras dormías. Bostezaste y te estiraste partiendo hacia el balcón sin mirar más que hacia la gran luna en el horizonte. De la nada, alguien te abrazó por detrás y cubrió tu boca con ímpetu.

Relata P.O.
Estábamos viviendo el sueño de todo delincuente. Teníamos más de 50 millones en nuestra cuenta bancaria. Un estante repleto de joyas y el objeto más valioso con el que podríamos contar jamás, "Un diamante". Nadábamos en una piscina de dólares y apostábamos dinero en cada mesa de juego sin reparar en pérdidas, porque el monto ganado era muy superior. La estafa era nuestra felicidad y modo de vida, pero también fue, lo que nos llevó a la perdición. Los siete, nos reunimos en la guarida para idear nuestro próximo golpe. Siempre fuimos cuidadosos, nos encargábamos de hasta el más mínimo detalle, jamás dejabamos algún hueco. Nunca nada se nos había escapado. Sin embargo, esta vez, la codicia nos demostró que no se debe abusar de ella, porque puede jugar en contra y cómo no te lo imaginas. Las víctimas, ahora, eran un grupo de ganzters que nos invitaron a negociar. Bastaron sólo unos minutos para que, a través de viles artilugios nuestros, perdieran la mitad de sus bienes. Los apostadores de la pandilla estallaron en cólera y el ambiente se tornó denso. Solicitaron la revancha, pero, aunque la conformidad no fuera parte de nuestros rasgos, decidimos retirarnos con lo obtenido. Detrás de la puerta un grupo de ganzters bloquearon la salida.
¡Oh ou! Exclamó U-kwon.
Mientras los impulsos de Zico, no se hacían esperar, y sacaba su calibre 38' para comenzar a disparar. Ya no se trataba de ganar apuestas y recibir dinero a cambio. Ahora el contrincante se había puesto más exigente y no toleró el juego limpio, aunque en esencia no lo fuera, lo era para todos ellos. Nos ocultamos, mientras el salón de la cantina se volvía un campo de batalla. Sacamos nuestras armas y la cosa se puso más interesante. Pero entonces, aparecieron más de sus gentes empuñando ametralladoras y comenzaron a disparar sin restricciones. A penas sí pude escapar de los tiros. Cuando una camioneta comenzó a seguirme. Corrí tan rápido como mis piernas lo permitían. Mis esperanzas estaban por el suelo, cuando vi una ventana abierta y puse a prueba mis deseos de redención. Escalé tan rápido como pude, hasta el balcón de la habitación. Las calles estaban silenciosas. Y entonces vi cómo los autos se detuvieron fuera, donde cualquier sonido llamaría notablemente su atención. Una chica en paños menores emergió de la casa. No quisiera asustarla, pero un grito de ella ahora mismo podría terminar con nuestras vidas en un instante.

Abriste los ojos bien grandes, mientras un frío recorría todo tu cuerpo. Tus latidos se aceleraron y no pudiste evitar la desesperación. Te guió lentamente hacia el interior de tu habitación y te susurró al oído:
-Shh... Tranquila, no te haré daño. Pero si emites un sólo sonido, te mueres.
No tenías idea cómo, pero lograste guardar la calma. Asentiste con la cabeza varias veces, para que supiera que harías lo que te pidió.
-Cierra esa ventana, sin causar ningún alboroto. Dijo a tu oído, otra vez, logrando estremecerte.
Le hiciste caso y caminaron juntos hasta el ventanal concretando su pedido.
-Bien... Ahora te soltaré. Pero debes prometer que no gritarás. Dijo y tus latidos parecían responder a cada palabra suya.
Tenía algo en su particular y grave voz, que lograba manipularte casi por inersia. Te soltó y con la misma mano, tomó de tu hombro para girarte y enfrentarte a él. Al verlo, tu respiración volvió a agitarse. Pero no por miedo a ese desconocido, sino por lo atractivo y deseable que te resultaba. Lo observaste sin pronunciar una palabra y viste cómo una sonrisa se dibujaba en sus labios. Era ese hombre, la persona más excitante con la que jamás te hubieras topado. Separaste tus labios del asombro, al tiempo en que te esforzabas por pestañear, pero tus ojos no querían apartar ni por una milésima de segundos su visión de él.
-Buena chica... Sabía que podía confiar en ti. Dijo y se desplomó en tus brazos.

¡Delincuente en aprietos! (P.O y TÚ/1shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora