Tarde azucarada

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Las tardes cerca del templo eran frescas y la brisa ligera lo abrazaba como la luz del sol interminable, jugando con delicadeza con sus cabellos marrones. Cerró sus ojos meditando mientras recordaba las palabras de un anciano. El río está en calma, las aguas y los árboles emiten leves sonidos que no lo distraen y el entorno se envuelve casi en silencio. Se hundió en sus pensamientos y bajó la cabeza mientras cruzaba sus piernas sobre el pasto tratando de comprender las palabras que su maestro le había otorgado. Entonces el recuerdo de una mujer asesinada llegó a sus mente, y abrió sus ojos de forma abrupta.

Seguro que el primer recuerdo que tiene de Xiangliang sería su rostro magullado. Sus manos llenas de sangre la sostuvieron y con la naciente gota de desesperación, Kilik había besado la última lágrima que se había deslizado por los ojos de la muerta.

Algunos decían que su historia ya estaba escrita y que por eso él estaba vivo, que ninguna muerte o hecho es producto de la suerte, y veía almas extraños que le susurraban cosas inentendibles.

El viento se levantó con fuerza y su mirada observó las nubes de algodón. El agua de repente se agita y la brisa se vuelve más fuerte, entonces se puso de pie y pisó con firmeza el césped. Suspiró con resignación y se mantuvo cabizbajo. Todos los eventos provocaban en él una confusión.

Pero había un nombre que estaba rodeado de misterio.

—¿Te gustan los caramelos de limón? —preguntó ella en la mañana—, me encanta ese toque ácido que sientes al probarlo, ¡es muy delicioso!

Esa mañana, él la había mirado con confusión, pero la muchacha sólo lo observó con una sonrisa.

—¿Quieres probar uno? Cuando me siento mal los pruebo y el sabor repentino me despierta. Aveces estás meditando y creo que te sientes mal. Puedo darte uno si quieres.

Extendió su mano y le dio el dulce. Estaba cubierto por un envoltorio verdoso; simplemente el sueño de cualquier niño.

—¿No te molesta dármelo? —interrogó Kilik. Supongo que te gustan mucho...

—No te preocupes —respondió casi al instante—. Tengo más de esos, me encargué de comprar más antes de partir, incluso Maxi también podrá probarlos, de seguro le gustarán también.

Esa alegría y ese rostro le provocaban sensaciones extrañas. Cualquiera en el templo la hubiera rodeado con miradas de asombro y otros con incredulidad. Los monjes intentan apaciguar las emociones, pero ella adora exponerlas y la tranquilidad no combinaba con su comportamiento habitual.

El viento frente a él se hace más fuerte, hace mover incluso a la hierba alta y levanta las hojas. Su mirada se mantuvo en el cielo, y vio que se preparó para iniciar una tormenta. Pero no se movió, y todavía no puede dejar de pensar en muchas cosas, y entre ellas rondaba la mujer muerta y la joven viajera.

Reconocía que la compañía de Xianghua en todo momento le aliviaba y lo llenaba de nostalgia. Verla entrenar con gracia y moviendo su espada con agilidad le traía recuerdos. Verla a su lado y sentir su empatía le alegraba, en el barco, en la ciudadela e incluso cuando los tres estaban juntos, entre la ansiedad y la tristeza, con su compañía logró sacarse de la cabeza a Xianglian por un tiempo. Él continuó disfrutando de aquella sonrisa, aún si eso significaba lidiar con la incertidumbre que volvería una y otra vez, como un fantasma que le reclamaría por sus manos llenas de sangre.

Pero por primera vez logró ignorarlo.

Él siempre se concentraba en lo importante cuando meditaba, esta vez, le sonrió a la naturaleza. Conservó el dulce de la mañana y lo vio con cierto misterio. Aquella mujer era como una niña que descubría con asombro el mundo, y esa felicidad era en parte contagiosa. Descubrir cómo y porqué la encontró era como un gran enigma, y era un misterio que quería desvelar. Quizás la quería por simples recuerdos de una persona especial, o quizá por atracción hacia una muchacha, había un misterio en esa mujer que interesaba en cierta manera.

El sabor del caramelo fue tal y como lo describió. "¡Sientes el sabor al principio y de pronto la acidez del dulce invade tu boca!". Nada abrumador, le gustó esa experiencia de sabores. Ella tenía cierto encanto para escoger dulces.

—Esa marca en específico trae buenos sabores —solía decir Xianghua—, es delicioso, algo que alegra el paladar.

Su boca azucarada por el dulce de limón mostró nuevamente una sonrisa. El cielo dejó caer gotas de una llovizna que le ordenaron que regresara por más caramelos repletos de sabor. Para algunos el pasado es un pecado, pero el presente es un mérito.

Dulce de limón |Xianghua x Kilik|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora