CATASTROPHIC VALENTINE

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Guren suspiró con pesadez desde su pupitre. Miraba el reloj en su muñeca cada dos minutos, se sentía impaciente y ansioso sin motivo alguno. Y para peor, el tiempo parecía avanzar con más lentitud que de costumbre.

Pero eso siempre sucedía cuando uno tenía prisa. Especialmente cuando se deseaba abandonar el sitio en el que se estaba con la mayor prontitud posible. Y para alguien que se encontraba en la situación de Guren —estancado en una escuela en la que toda la comunidad estudiantil tenía una aversión declarada hacia su persona— era imposible no desear con todo su ser el esfumarse de allí lo más pronto posible.

— Recuerden asistir esta tarde —mencionó la maestra tras concluir su clase de tediosa biología básica—. Y no olviden invitar a alguien —agregó guiñando un ojo con descaro hacia el alumnado que permanecía atento a sus palabras.

El peso de la realidad cayó sobre Guren como un balde de agua fría con muchos hielos en ella tras aquel comentario, atribuyéndole otra innecesaria molestia a su día.

Ese día era San Valentín, casi lo olvidó.

Una particular fecha ansiada por muchos y detestada por otros, dependiendo de qué tan mala sea tu suerte en el ámbito amoroso.

Para hacer honor a la festividad —o estúpida celebración, como le llamaba Guren—, la escuela secundaria de Shibuya organizaba una pequeña fiesta en conmemoración a la misma, o tal vez solo era una excusa para crear parejas en el alumnado y que disminuyera la cantidad de adolescentes hormonales que intentaban mirar debajo de las faldas de las chicas o colarse en sus vestidores.

Aunque más que una fiesta, era un cóctel en el gran salón de la escuela, dónde todos asistían con vestimenta formal y el escenario estaba a la disposición de cualquier valiente que deseara expresar sus sentimientos públicamente. Aunque eran muy pocas las personas que se atrevían a esto. En su mayoría, los estudiantes dejaban cartas con sus sentimientos escritos en ellas en un buzón que ponían en el centro del lugar, y luego, al finalizar la tarde, el director tomaba las cartas y hacía entrega de ellas a sus respectivos destinatarios.


Guren chasqueó la lengua. Ninguna de las anteriores opciones eran de su completo agrado.

— Oye, Guren~ —canturreó Shinya a su lado.

Cada segundo se sumaba una nueva fruslería a su lista, al parecer.

— ¿Qué quieres? —contestó de mala gana.

— Ya todos se han ido —explicó con una ligera risa entre sus palabras—. Debes dejar de ser tan despistado.

Los ojos del pelinegro abandonaron la vista que le propinaba la ventana a su costado y volteó su cabeza ligeramente, recorriendo el aula con su mirada por un instante solo para darse cuenta de que, inusualmente, Shinya no estaba intentando tomarle el pelo con alguna absurda broma como le costumbre. Era cierto que ellos eran los únicos que aún seguían ahí.

— ¿Y por qué sigues aquí entonces? —espetó levantándose y guardando sus pertenencias en su bolso, lo que en realidad se limitaba a un par de lapiceras y un cuaderno para tomar apuntes. Tomó más tiempo del que realmente necesitaba para hacerlo, solo para mantener su vista alejada de la tediosa cara sonriente de Shinya.

— Me aseguro de que no te quedes aquí cuando cierren y te pierdas la oportunidad de ir por tu traje para esta noche —contestó con burla, terminando su oración con un molesto gesto alegre y divertido.

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𝐂𝐀𝐓𝐀𝐒𝐓𝐑𝐎𝐏𝐇𝐈𝐂 𝐕𝐀𝐋𝐄𝐍𝐓𝐈𝐍𝐄   ▮₊̇ °   GURESHIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora