Dos relatos

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PERDÓN, PERDÓN

Negro.

Si alguien le hubiera preguntado cómo fueron aquellos días habría dicho negros, sin dudarlo. Los pasillos eran negros, el cielo era negro, incluso la túnica gris de Gandalf en esos tiempos, le pareció más oscura de lo normal.

Pero lo más negro fueron aquellos ojos llenos de pupila, locos y rabiosos, tras un fondo de promesas contra su persona. Rey Bajo la Montaña. ¿Qué hiciste?

Es verdad que a medida que el viaje avanzaba, iba a acercándose más y más a los enanos, compartiendo sus historias, riendo, gritando, cantando... llorando. Thorin. ¿Qué hicimos?

El enano era la criatura más compleja que había conocido en su vida y era un hecho que no habían empezado con el pie correcto.

-Parece más un tendero que un ladrón

Y no lo culpaba. Tampoco él se había tenido en gran estima, convencido que si no lo devoraban los wargos, lo haría Smaug. Aún así, consiguió sobrevivir... y terminó con el corazón roto.

Al escuchar a Balin contar la historia de Thorin, el rey enano pasó a ser más grande ante sus ojos y el respeto por él creció, lamentablemente el sentimiento no fue mutuo.

STAY WITH ME

Abrió los ojos después de escuchar la respiración del otro volverse monótona. De espaldas a él, miró la puerta frente suyo, perdido en sus pensamientos. El aire olía a sexo y el calor de momento comenzaba a bajar, erizando su piel desnuda. En unos minutos, tomaría sus cosas y saldría por aquella puerta al frío de la noche.

Después de que la Batalla de los Cinco Ejércitos tuviera lugar y la posibilidad de perder al rey y sus dos sobrinos se esfumara, todo se había resumido a sanar, arreglar los acuerdos entre elfos, hombres y enanos; y dejar que Thorin hiciera el ridículo para convencer a su hobbit de quedarse en la montaña como Consorte. Todo alegría y porras.

Los miembros de la Compañía habían recibido los máximos honores y puestos superiores en sus áreas de trabajo. Y Nori, aunque no le agradaba estar tanto tiempo en un lugar, comenzó a gustarle ser Maestro Espía de Erebor. Dori al fin podía respirar tranquilo de que su hermano no se metiera en problemas y tuviera un trabajo por demás decente.

Nori vivía días tras día, escondido, vigilando a presuntos conspiradores, desollando gargantas, arruinando complots contra la corona. Diversión sana. Pero descubrió pronto que su trabajo estaba ligado al de la mano derecha e indiscutible amigo del Rey; Dwalin. Quien había vuelto a su posición anterior a la caída de Erebor, era el Capitán de la Guardia Real y como tal, todo lo que supusiera un peligro para la familia real debía serle informado.

A veces la vida tenía un retorcido sentido del humor. Siglos de robar y ser perseguido por el rudo Enano para luego acabar ayudando al mismo Enano. Ja ja.

Lo que ninguno esperaba era terminar en una cama sin ropa de por medio ni armas apuntando zonas sensibles. No recordaba cómo habían llegado a esa situación y conociéndolos, seguramente fue debido a una discusión. Después de todo seguía siendo un ladrón, y su forma de actuar muchas veces chocaba de lleno con la lealtad y sentido moral del soldado.

Nori exhaló despacio, decidiéndose al fin a irse; tenía trabajo que hacer. Con la ligereza que le caracterizaba, pronto estuvo vestido y armado. Se dirigió a la ventana, abriendo en silencio los postigos, y sintiendo el aire frío chocar en su cara. Trepó la baranda, listo para saltar-

-¿Otra vez por la ventana?

Nori se tensó un segundo antes de voltear con una sonrisa burlona al soldado que lo veía desde la cama, indiferente a su desnudez.

-¿Qué puedo decir? Adoro ser un cliché.

Dwalin gruñó por lo bajo, levantándose y caminando al baño. Por un momento, el pelirrojo le sorprendió no encontrar más reticencia a su partida, teniendo en cuenta que el otro hacía un escándalo al descubrirlo marcharse sin decir palabra. Ignoró el pinchazo en su pecho al pensar que quizás el soldado se había cansado de él y sus manías, pero el pensamiento no duró mucho porque Dwalin volvió a aparecer, vestido y acomodando sus hachas en la espalda. Nori ladeó la cabeza, sentándose en la baranda, sin entender.

-Creí que trabajabas a partir de las siete

-Cierto

-No son las siete

-Igual de cierto

-¿Qué haces?- terminó por preguntar cansado de la actitud arrogante del otro. Se suponía que él era el molesto de los dos, maldición.

-Voy contigo

-... ¿Qué?

Dwalin lo miró alzando una ceja con los brazos cruzados, después encogió los hombros y salió por la puerta. Nori abrió y cerró la boca, estando solo en la habitación antes de sonreír ampliamente. Tal vez... sólo tal vez... hubiera un final feliz para lo que tenían.

-¿Trajiste el desayuno, cierto?

-¡Maldición!


Miren lo que encontré en mi archivo...Where stories live. Discover now