Cuando conocí a Sidney desde luego no fue para nada lo que me esperaba. Sidney no era más joven que Daniel ni mucho menos. Era la hija del primer marido de su madre y tenía treinta y ocho años, llevaba casada cinco y tenía dos hijos. Esther de tres años y Mario de siete.
No sé porqué pero nunca imaginé a la hermanastra de Daniel como un mujer hecha y derecha con hijos, me imaginaba más bien a un alma aventurera, algo hippie que se dedicaba a viajar y por supuesto que no tenía prisa por formar una familia. Era muy diferentes por eso la relación entre ellos era tan buena.
Ella le ayudaba cuando Daniel la necesitaba como una autentica hermana mayor.
Daniel al igual que yo había tenido una familia desestructurada. Su madre siempre andaba con hombres día si y día también, hasta que pareció encontrar el definitivo, que aunque no fue el padre de Sidney ellos siempre mantuvieron el contacto, a pesar de la oposición de sus padres.
Cada vez que los veía juntos sentía cierta envidia porque ellos a pesar de no tener los mismos progenitores se querían tanto o más que dos hermanos de la misma sangre. Cosa que yo con Meredith nunca tendría. Siempre había algo que echarnos en cara la una a la otra.
– Está cambiado, ¿verdad?
– ¿Tú crees?
– Hacía mucho que no le veía con ese brillo en los ojos. Tienes algo especial, no sé el que pero Daniel parece...
– ¿Qué?
– Feliz.
– Tu compañía también hace que tenga ese brillo en los ojos.
– Oh, créeme que esa mirado no es por mi Spencer. Lo que no me explico es como has conseguido algo así en el hombre de hielo.
– No es de hielo, tú deberías saberlo.
– Sea lo que sea gracias por hacer que viniera hasta aquí y sobre todo gracias por hacerle feliz Spencer.
Esto era algo sorprendente. Su hermana me estaba dando las gracias por cuidar de Daniel y sobre todo por hacerlo feliz. Nunca me dio la sensación de que él fuera una persona infeliz, pero estaba claro que aún me faltaban muchas cosas por descubrir del señor Cavill.
Cierto era que desde que habíamos aterrizado en Menorca su sonrisa asomaba más a menudo. Verle junto a sus sobrinos me encantaba, desde luego con ellos no tenía esa fachada de multimillonario estirado que solía llevar en publico, aquí se le veía tan relajado como cuando estaba conmigo a solas o incluso más. Estaba claro que los niños le volvían loco y por un momento me imaginé en un futuro formando una familia con él, desde luego sería la cosa más preciosa del mundo, pero aún era pronto, demasiado diría yo, pero me gustaría que algún día aquello se cumpliera de verdad.
– ¿En que piensas? –me dijo Daniel abrazándome por la espalda.
– Spencer y yo hablábamos de nuestras cosas. No seas cotilla.
– Sidney sé que era sobre mi. –dice dirigiendo una mirada irónica hacia su hermana.–Solo espero que no la hagas cambiar de opinión.
– Yo solo digo maravillas de ti querido hermanito.
– Eso habría que verlo. Bueno sea lo que sea te robo a Spencer un momento. –dice en tono jovial mientras me tira del brazo para que me levante del asiento y le siga.
– ¡Devuélvemela pronto! –exclamó su hermana riendo.
Daniel ríe también y me dirige hacía a saber donde tiene planeado.
– ¿Dónde me llevas?
– Lo suficientemente lejos para que mi hermana no nos oiga. Por si no te has dado cuenta quiere saber todo sobre nosotros. Le has gustado demasiado y no quiere que eche todo esto a perder. Digamos que no tiene muy buena imagen de mi.
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30 Días ©
RomanceSpencer Mills tras empezar como columnista en German Phillips, uno de los periódicos más famosos de Londres, conocerá a la persona que le cambie su vida para siempre. Harta de planificar su vida constantemente decide correr el riesgo y conocer a Dan...