Era de noche, una calle oscura y un parque solitario era su única compañía en las noches largas y frías, angustiantes y tétricas.
Estaba sentado en aquel puente que con un solo movimiento en falso se haría pedazos, un lago que guardaba más contaminación que agua servía de espejo para un astro por demás hermoso y único. Brillando cada noche más, cada noche la sentía mucho más cerca que la anterior, su luz pálida era como una caricia a su frágil cuerpo, y un susurro a su atormentado corazón.
Un suspiro fue soltado al aire fresco de la noche misteriosa y cientos de pensamiento fueron llevados por la leve corriente de aire.
El lago estaba quieto, como si estuviera muerto, no ondeaba, no se agitaba ni un poco, estaba tan quieto que era escalofriante. Como si el viento no fuera suficiente para provocar movimiento en algo que se podía denominar inerte.
Como todas las noches desde hace 12 años, estaba ahí, en ese parque desolado, aquel parque que ni los vagabundos usaban para dormir y los perros para defecar. Era un lugar triste, vacío, el único consuelo que habitaba ese lugar era la pálida luz de la Luna, como si esta no quisiera iluminar un lugar que simplemente nadie visitaba.
Nadie mas que solo él .
Desde ese viejo puente, a varios metros del suelo se podía distinguir el hermoso astro que reinaba por las noches, acompañada de un centenar de estrellas, puntos blancos que decoraban un cielo negro, así los llamaba, ya que el único merecedor de su atención era el imponente astro que dominaba los cielos de color negro.
Desde que era pequeño en él se creó una fascinación por ese encantador astro, cuyo nombre conoció días después, Luna, así la llamaban, un hermoso nombre para una roca inservible que solo daba luz durante la noche; o al menos eso le decían cada que llegaba a comentar el inmenso amor que llegó a crear por esa Luna, que con cada temporada cambiaba su forma, su color, dejándola más bella que antes.
No todos entendían su amor a la Luna, su infinito amor a ese astro que antes de ocultarse daba luz a los que habitaban por la calle, sirviendo de compañía a almas desamparadas, guía de almas en desgracia y de los amantes secretos, de personas con corazones agotados y exhaustos.
Eran 12 con 5 minutos, era tarde, sí, pero no le importaba, admirar a la Luna era mucho mejor que estar en casa, esa construcción vacía, hueca, que nada le brindaba calor, los rayos del Sol la ignoraban y la escasa luz de la Luna ni siquiera la abarcaba.
No podía vivir así, su vida sin luz de Luna no era vida para él, una sola noche sin ver la Luna se convertiría en un martirio, en una pesadilla que lo único que quería es que terminara pronto. Sin esa luz blanca se sentiría perdido, abandonado en un mundo que a veces le costaba tomarse un tiempo y observar lo hermoso que podía llegar a ser un día soleado, lo tranquilo que podían ser las noches cubiertas de un mar de estrellas denominando entre ellas, su hermosa Luna.
Pero no tenía caso vivir así, añorando algo que jamás estaría a su alcance, algo que sus manos nunca podrían tocar. No podía simplemente conformarse con verla. Y eso le mataba, le carcomía el pecho al saber que algo tan sublime jamás, jamás sería suyo, que su amor no era lógico. Porque sobre todas las cosas estábamos hablando de una roca compuesta por la mayor parte oxígeno y hierro, una roca que con el potente rayo Solar llegaba a brillar, estamos hablando de algo sin vida, algo que simplemente conforma un sistema solar que lo único que sirve es adornar un universo demasiado extenso, demasiado grande, y cada dia ese universo se hacía más grande.
La luna se alejaba cada vez más.
Cada noche la sentía mas distante.
Cada noche se sentía más solo.
Y su única alternativa era ahogarse en un lago que reflejaba ese precioso astro, no estaría cerca de su Luna pero si de su reflejo.
Eso era suficiente para alguien que un día, o mejor dicho, una noche, estaba perdido en un mar de personas que no podían ni querían comprenderlo, y que su unica salvacion fue el hermoso brillar de una luz pálida en aquel solitario parque rodeado de calles oscuras y paisajes tétricos.
Una luz fue suficiente para mantenerlo con vida durante 12 largos años, y esa misma luz se convertiría en testigo de su final.
Eran las 12 con 27 minutos cuando él dio su vida por terminada.
Saltó de aquel viejo puente a un lago inerte.
Siguiendo el reflejo de lo que podría llamarse su gran amor, y perdiendo la vida al tratar de alcanzar algo inalcanzable. El lago al fin provocó ligeros movimientos y distorsión al reflejo de la Luna.
No fue el primero, pero tampoco sería el último.
La Luna fue y será testigo de tantas muertes por amor a ella, que lo único que queda es que se ría la maldita.
Escrita el 27 de agosto del 2018, publicada el 10 de febrero del 2019 y editada hoy, 18 Marzo del 2020.
by:
Pooh🐾
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Fantasy...su única alternativa era ahogarse en un lago que reflejaba ese precioso astro, no estaría cerca de su Luna pero si de su reflejo...