Cempasúchil y Lycoris

capitulo 9: Presa

Eran las ocho de la noche. El sol ya se ocultaba. Comenzaron los primeros acordes de ''Lullaby''cuando Miguel tecleo la contraseña para ingresar su cuenta de Messenger. Justo cuando el monitor de su portátil fallo poniéndose todo negro. Miro su rostro en el reflejo de la pantalla ''A quien miras, pendejo''. Solo para rodar los ojos de manera exagerada. Estaba orgulloso de a veces de su ingenio de arreglar las cosas a lo bruto._ cuando había podido tenerla_ que, ahora en su universidad lo obligaban a llevar todo el siempre una identificación al costado de las camisetas, siempre con sus cambios físicos, no solo la identificación. Se estiro por debajo del escritorio y jalo el cable de la corriente del monitor.

Parpadeo tres veces hasta que volvió a encender, Miguel ya tenía un par de amigos de saludos en puerta los dos eran de su país, solo dio conversaciones breves con ellos al mismo tiempo para despedir a sus amigos de manera forzada, otra vez golpeteo el portátil por la misma falla para componerse de nuevo, lo menos que quería era hablar por un tiempo con Hiro. Para dar a prioridad a su orgullo e enojo, se hartó de tanto ajetreo que solamente dejo su tesis todos los compositores del siglo diecinueve solo de levanto para ir al baño que para suerte del moreno estaba integrada en su habitación así se evitaría encuentros incomodos con el mitad asiático en hacer conversaciones forzadas integrando silencios largos e incomodos. Dirigió la flecha de su mouse en la ventanilla de guardar el archiva, cerrando la aplicación de la computadora e apagarla en el instante solo quería descansar, dejo su cuerpo caer en la cómoda cama para tener las horas de sueño que necesitaba.

Por otro lado de la ciudad.

A través de los arbustos, una figura negra acechaba.

Sus ojos no se apartaban del bulto que había depositado en la puerta del otro lado de la calle. Era una casa bonita de dos pisos. La familia vivía en el interior era de clase media alta.

Pero al sujeto lo le interesaba las etiquetas sociales; en su plan no cabía ese tipo de consideraciones. Solo se fijaba, y con escrúpulo en físico de su víctima.

Miro su reloj en su muñeca. Pasaban de las once y media de la noche. Sabían que las voces de la casa detonaban preocupación. A pesar de la hora supuso que solo debería de estar encendida el televisor, pero no ese día. No. Prácticamente todas las luces están encendidas. Los corazones de los miembros de la familia se habían vuelto uno.

Un ir y venir de los padres atreves de los marcos de las ventanas delataba su angustia ''Eso es bueno'' decía la figura humanoide desde su posición oculta. '' Eso es muy bueno''.

Se acomodó en la hierba del jardín. Detrás de un gran letrero: '' Se renta'. En una casa no habitable eso le concedía versas ventajas. No tener que cubrirse las espaldas, para empezar, aguardar toda la noche, en caso de ser necesario. Pero el victimario sabía que las angustias crecen exponencialmente. Y que, al llegar cierto punto, son imposibles de controlar.

En ese momento en el que ella, la madre, abriera la puerta de la casa o el, el padre, diera con el espantoso obsequio podría poner punto final a su segunda misión. Por ello no se desesperaría, esperaría a una hora, cuando mucho, todo detonaría. La angustia, el miedo y la desesperación, forma un cóctel letal.

La calle en especial en la ciudad de SanFransokyo. Solo unos autos trasnochados en ese día se detenían se detenían en el semáforo de la esquina para esperar el cambio de luz y seguir en marcha. El sujeto aprovecho para sacar de su cartera dos fotografías. Las acomodo por encima de sus rodillas de modo de que les apagara la luz del farol. Sintió satisfacción. Con ese, ya eran dos. Ahora faltaban cinco, y cinco es menos que siete. Su labor estaba en marcha.