Bellezas Míticas.

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Sus ojos claros clavaron su mirada en mí, no sé cuál fue la razón pero hubo algo en mí que atrajo su atención, y por supuesto, hubo algo en ella que captó la mía. Tenia un cabello espectacular, largo, liso y negro, lo llevaba suelto y caía por sus hombros como lo hace el agua en las cascadas, su rostro lucía fresco, joven, hermoso, sus mejillas eran claras, y sus labios pequeños parecían tener dibujada una sonrisa. Era alta, incluso más que yo, delgada, se notaba en ella una belleza natural, ella era bella, y ella lo sabía, sabía como dirigir su mirada y con ella decirme que había algo en mí que le interesaba.

Primero pensé que sólo me miraba por ser una persona extraña en el pueblo, un forastero, alguien a quien nunca había visto pero de quien había oído hablar, pues en la primera semana de haber llegado todos me saludaban con mucho cariño, cuando visitaba sus casas me ofrecían de comer, me mostraban confianza como si tuviesen mucho tiempo de conocerme, todos querían congraciar conmigo, tanto hombres como mujeres, es más, hasta llegué a pensar que algunas familias querían que me fijara en sus hijas, pues en más de una ocasión escuché frases como: ¡traele algo al doctor! ¿ya saludaste al doctor? ¡habla con él no lo dejes solo!

Traté de convencerme que le atraía a esa joven tan bella - así quería creerlo -  ya me estaba acostumbrando a su mirada, y de vez en cuando yo tambien volteaba a verla, como para mostrarle que era correspondida, pero luego me percaté que junto a ella habían dos chicas más, las que supuse eran sus hermanas por su parecido y similar belleza, éstas otras parecían no haber notado mi presencia hasta que ella, la preciosa ninfa adolescente - así quise llamarla por su juventud y belleza - les susurró algo en el oído, y fue entonces cuando todas ellas no pararon de verme. Me sentía extraño, incomodo, deseaba tener la menos a uno de mis amigos para equilibrar un poco la balanza, pero no era así, estaba solo ante la penetrante mirada de esas tres bellezas míticas.

Por un momento pensé en salirme, pero supe que se vería mal, ya que el padre estaba en plena homilía, así que decidí concentrarme en la misa y tratar de olvidar que esas bellezas tenían sus ojos clavados en mí. Sabía que no les molestaba que yo supiera que me estaban observando, así que traté de actuar de forma natural durante el resto de la misa.

La eucaristía terminó y todos salieron a buscar algo que comer, ya serían la una de la tarde, así que yo hice lo mismo. Por un momento creí que mis tres "acosadoras" ya se habían ido, pero cuando llegué a la cafetería allí estaban ellas, almorzando junto a sus padres y una bebé, que seguro también era su hermana. Ya era tarde para regresarme así que entré al local, saludé con un buenas tardes y me dispuse a ordenar algo para comer, ellas actuaron naturalmente, ni siquiera voltearon a verme. Por suerte estaban allí unos compañeros médicos que no habían asistido a misa, así que encontré con quien conversar.

Durante todo el almuerzo estuve muy pendiente de la joven cuya mirada me había desorientado durante toda la misa, hasta el momento en que se montaron en sus caballos y se retiraron, ver a toda la familia montada en esos elegantes animales me daba a entender que tenían que ser personas importantes.

- ¿Quienes son ellos - pregunte a uno de mis colegas.

- Son los Rosales - me dijo en un tono que mostraba que eran gente adinerada.

- Son muy bonitas sus hijas - le dije tratando de no ser muy obvio en mi interés.

- Así es doctor Rodríguez - me dijo - pero no se haga ilusiones, a esas niñas las cuidan como joyas preciosas, no salen más que los domingos cuando vienen a misa, siempre andan con sus papás o un tío, siempre han estudiado en su casa con una maestra particular, por el pueblo no se les ve más que para eventos especiales y en su casa no les permiten relacionarse ni con los trabajadores.

- ¿Viven lejos de aquí - le pregunté sonando más interesado de lo que pretendía mostrar.

- Realmente no, quizás sean tres kilómetros, pero en invierno sólo hay acceso a pie o a caballo.

- Ah, ya veo porqué andan en caballo, le dije.

El resto de la tarde transcurrió un poco aburrida, se acercó el alcalde a conversar conmigo, nada interesante, también lo hizo el dueño de la única farmacia, se puso más amable de lo que esperé, sabía que lo haría, pues le convenía ganar mi confianza para que recetara sus medicamentos a mis pacientes.

Llevame Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora