Capítulo 18 (corregido)

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Le miré sin saber qué decir. Había olvidado el daño que le había causado, como le había besado cuando realmente estaba enamorada de Enoch. Y entonces caí en que con Sebastian había hecho lo mismo. Había algo en mi interior que me hacía comportarme como una completa idiota egoísta. Jugaba con los sentimientos de los demás, justo ahora lo estaba haciendo, forzando a Millard a escuchar mis estúpidos problemas.

—Lo siento, Mills. Ojalá todo no fuera tan complicado, siempre enamorándonos de la persona equivocada—expresé tras un largo silencio. Él soltó una carcajada que relajó el ambiente. Entonces su semblante se tornó serio, como si estuviera apunto de decir algo muy importante.

—¿Sabes qué Rylin? Te preocupas más por los sentimientos de los demás que por los tuyos propios, y no lo digo como un cumplido

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—¿Sabes qué Rylin? Te preocupas más por los sentimientos de los demás que por los tuyos propios, y no lo digo como un cumplido. Antes me preguntaste qué haría si quisiera a dos personas a la vez. La verdad es que eligiría a quien me hiciese quererme a mí también. Me hiciese sentir vivo, sin inseguridades, conforme con quién soy. Con quien solo disfrutara, no sufriera. Así que creo que en algún momento deberás elegirte a tí—me aconsejó. Seguidamente se levantó y me ofreció su mano para imitar su gesto. La acepté y una vez de pie me envolvió en un cálido abrazo.

Mientras estaba en sus brazos traté de reflexionar sobre lo que me había dicho. Mi corazón ya tenía clara la respuesta, pero mi mente aún no la descibraba. Millard lo había dicho, tenía miedo al cambio, a decepcionar a la gente y a hacer sufrir a los demás. Quizás era por eso por lo que siempre me había sentido tan mal conmigo misma.
Recosté la cabeza en su hombro. Y suspiré. Quería decirle un millón de cosas, pedirle más consejo, su ayuda, pero no pude. No quería preocuparle y ese era mi defecto. Sentir la necesidad de salvar a todos, de cargar con todo el peso.

—¿Tú estás bien, Mills?—le pregunté mientras nos separábamos.

—Gracias a tí, sí que lo estoy. Vayamos ahora con el resto, Rylin. El señor Cole nos iba a asignar unas habitaciones, ya que seguramente Miss Peregrine no estará hasta mañana.

...

Llegamos al desayunador y nos encontramos al señor Wrench.

—¡Millard, Rylin! Llegáis a tiempo—dijo Hugh agarrándonos a cada uno de la mano.—Vamos a hacer el sorteo de las habitaciones. El profesor Cole dice que necesitaremos todo el descanso posible, y que con esos colchones no vamos a lograr nada—explicó.

—Pero por qué un sorteo—preguntó Mills.

—Lo ha dicho el profesor—.

—Os he dividido en dos mitades, cogerán nombre los de mi derecha, los de mi izquierda son los que se hallan aquí dentro en los papeles. Hasta que no os de permiso, no los abriréis—indicó el profesor.—De acuerdo, Ethan, serás el primero—continuó. Qué eficacia al aprenderse los nombres tan rápido.
Así fuimos cogiendo todos un papel.

Sebastian.
Sonreí, con una mezcla de sentimientos en mi interior y tomé aire antes de reaccionar. Busqué a Enoch con la mirada y traté de establecer contacto visual con él, pero arecía demasiado centrado en el contenido de su papel. Me preguntaba con quién le habría tocado. Volví mi mirada hacia un perdido Sebastian, que miraba de un lado a otro esperando con miedo a que alguien le dijera que sería su pareja. Mi sonrisa volvió, como acto instantáneo, y me acerqué a él con una súbita emoción.

—¡Sebastian vienes conmigo!—dije con ilusión. La felicidad y relajación se hicieron presentes en su rostro y contagiaron al mío.

Narra Jacob:
Y mi pareja era... Emma. El destino habló.

—Bueno, pues, creo que vamos juntos—Dijo incómoda. Las cosas habían estado raras desde que me había confesado que le gustaba. El hecho de que fuésemos a estar juntos, serviría para hablar y aclarar todo lo que sentíamos. Yo no deseaba ser un recuerdo de mi abuelo para ella, y creo que ella tampoco deseaba que lo fuera. Era por eso que todo era tan complicado.

Emma, a diferencia de mi hermana, pensaba en ella misma. Tenía miedo que una vez que todo acabara me marchara y la dejara, al igual que Abe había hecho. Pero yo quería a Emma, y estaba decidido a quedarme con ella por el resto de la eternidad, en un bucle, si me lo pedía.

Mientras caminábamos en silencio hasta nuestra habitación, pensaba en maneras de abordar el tema. Era necesario dejar las cosas claras, y más en estos tiempos de peligro.
Entramos y nos sentamos cada uno en una cama.

—Emma, te quiero—dije de golpe, mirando al suelo y con temor de ver su reacción.

—¿Cómo?

—Te he dicho que te quiero, Emma. Y creo que tú a mí también—expliqué levantando con temor la mirada, para hallar a una Emma pensativa.

—Cuando Abe me dejó, me juré a mí misma no volver a hacerme ilusiones por ningún chico. ¿Por qué debería cambiarlo ahora? Llevas su sangre—confesó con una dura voz que usaba siempre que deseaba camuflar sus emociones.

—Porque yo estoy dispuesto a quedarme, Em. Si tú quieres, claro

—Y-yo Jake, no sé lo que quiero

—No tienes porque saberlo, solo siéntelo. Tú misma me confesaste que te habías enamorado de mí. No deseo forzarte admitir nada que no estes lista, si quieres dejar esta conversación dímelo, y no volveré a sacar el tema. Pero, si, tus sentimientos siguen siendo los mismos y estás dispuesta a intentar algo conmigo, quiero que sepas que te quiero y por eso me quedaré en un bucle contigo después de la guerra

Emma se levantó, como si fuera a marcharse, dejándome con una gran decepción en mi interior, pero en su lugar se acercó a mí, y tomándome la cara, estampó sus labios en los míos en un profundo beso.
Sentí una explosión de emociones mezcladas con sabores. Había fantaseado miles de veces con este momento, pero una vez aquí, junto a ella, viviéndolo de verdad, sentí como si nada pudiera salir mal. Saldríamos de esta, juntos y luego estaríamos el resto de nuestras vidas viviendo aventuras, divirtiéndonos, siendo Jacob y Emma.

—Te odio—dijo al separarse de mí mientras sonreía.

—Yo también te quiero—le repliqué para volver a sus labios. Quería estar con ella en todos los sentidos. Amarla y protegerla. Amaba a Emma pero ella no estaba lista para escuchar una palabra tan grande como esa, y quizás yo tampoco lo estaba para pronunciarla, así que me conformé con pequeños te quiero.

—Jacob. Te quiero. Te quiero mucho—decía entre besos. La tensión invadía la sala, ambos estábamos acalorados y los besos en la boca comenzaban a quedarse cortos, por lo que fueron bajando al cuello. Ella iba a desabrocharse su vestido cuando me separé de pronto.

—¿Estás segura que quieres seguir? Tendremos todo el tiempo del mundo—pregunté.

—Jake, nunca puedes prometer el futuro, eso es algo que aprendí de Abe. Quiero seguir si tú quieres seguir. ¿Estás listo?—preguntó.
En respuesta a su pregunta, la tomé del mentón y besé en la frente con delicadeza. Un presente con Emma era todo lo que quería en estos momentos.

Different [Miss Peregrine]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora