única parte

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Cuando despierta la bruma quimérica se despeja lentamente, Joaquin párpadea una, dos, tres veces, para aclarar su panórama, lo primero que ve es la suave cortina de seda blanca de su habitación siendo iluminada por la luz exterior.

El sol baña sus pestañas, que lucen como si estuviesen espolvoreadas en oro, mientras termina de hacerse consciente de su alrededor.

Joaquin estira los músculos, una ligera sonrisa mañanera en sus labios, que se ensancha cuando repara en la nota dejada sobre la mesita de noche.

"Regreso en punto de las 6, te amo bonito.

-E"

Sus tiernos dedos sostienen el post it color azul y admira la caligrafía aún recostado, suspirando, sintiéndose pleno.

Todo parece un sueño todavía, a pesar de que ha estado con Emilio durante 8 meses (5 de los cuales han sido como matrimonio) aún cree que despertará en el viejo departamento que rentaba muchas calles lejos de esa cama con dosel.

En soledad y lejos de la felicidad inmensa que le provoca poder pensar en los ojos marrones como una corteza fresca de su alfa, en su fragancia que justo ahora baña las sábanas y su propia piel, y en la promesa de esperanza que traza con sus labios bajo cada sonrisa.

"¿Te casas?" recuerda la pregunta bañada en impresión y el agudo acento de Niko, su mejor amigo beta, seguido de un "Yo seré el padrino".

En ese entonces fue él único que pareció recordar que cuando existe un lazo real entre omegas y alfas este es más fuerte que cualquier otro, y no importaba que ellos aún fuesen muy jóvenes e inexpertos, o que Joaquin no perteneciera en lo absoluto al mundo de Emilio.

Pero tal vez Niko sólo estaba sesgado en el asunto porque había sido testigo de su primer encuentro, y Joaquin era su mejor amigo, al que apoyaría en las buenas y las malas.

De cualquier manera Joaquin está seguro ahora de que no necesitaba un año entero o dos, o mil, para darse cuenta de que Emilio es su alma gemela.

Solo había bastado un segundo.

O mejor dicho, una nota de aroma.

Recuerda que aquel día se encontraba trabajando, como de costumbre, en la librería de su amigo, reacomodaba las ediciones nuevas de los libros de cocina y debe admitir que la tarea lo había mantenido muy ocupado.

No se decidía si Julia Child y su arte de dominar la cocina francesa debía estar junto a los libros de la comida parisina o más bien alfabeticamente junto a los tomos de Ferran Adriá, claro que Julia empezaba con J, entonces tal vez debía ponerlo con los de Jordi Cruz... ¿o con la comida japonesa?

Estaba tan inmiscuido en el orden correcto de los impresos que cuando sintió aquella esencia asaltar repentinamente su sentido del olfato tembló con agudeza en su lugar, dejando caer una edición de La cuchara de plata por Terragni.

Debía pertenecer a un cliente recién llegado, pues de cuando en cuando Joaquin captaba uno que otro aroma, tomando en cuenta que del otro lado de la calle había un parque con una bonita pista para correr, y luego de ejercitarse alfas y omegas se aventuraban a entrar a la librería y echar un vistazo.

Sin embargo, este era por mucho el aroma más intenso que Joaquin había percibido jamás, por no mencionar lo delicioso y envolvente que se sentía en contacto con sus glándulas olfatorias, con su paladar y su mente en marcha procesándolo todo.

Era como una espléndida capa cayendo sobre su piel, entibiando cada centímetro y haciendolo salivar, latiendo en el aire hasta contrastar con los retumbes de su propio corazón.

Hymne a l'amour || Emiliaco OS Omegaverse ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora