Los dedos de Gabriel estaban en la bragueta de Renato, abrió los botones, bajó el cierre con cuidado y luego - ah, mierda - trazó la rosa punta de su lengua a lo largo de esa pija, todavía atrapada en su ropa interior. Sólo el contraste entre el negro y el rosado y los dientes blancos cuando el rizado sonrió como un demonio, fue más que suficiente para volverlo loco. Sus bolas se apretaron.
Se las arregló para sacudir su propia fascinación sólo por un momento para tocar y acariciar a Gabriel donde pudiera alcanzar - hombros, brazos, pecho, garganta, cualquier lugar mientras el rizado le bajaba los pantalones. Luego, pareciendo invertebrado, se salió de la cama. Se reincorporó y se puso de pie, y tiró de los zapatos y medias de Renato antes también sacarle el pantalón a medio salir y la ropa interior.
Esto, por supuesto, dejaba al castaño a la vista del cliente, su cuerpo desnudo y excitado simplemente extendido en la cama sin la protección de Gabriel encima de él. Y era el centro de atención del cliente por completo en ese entonces. En algún momento, Rolex se había quitado el saco y abierto otro botón de su camisa. Llevaba un remera blanca debajo, lo que lo vestía como un típico empresario.
Estaba inclinado hacia adelante, con las manos en sus rodillas, los dedos sobre sus labios, como si se obligara a no levantarse y participar. "¿Qué crees que va a pasar?" El cliente le preguntó a Renato. "Parece que tenés mucho hambre de pija."
De la de Gabriel. Sí. El castaño tragó saliva. "Sí, señor." Eso era probablemente lo que él quería escuchar, y fue la única respuesta que pudo articular de todos modos.
"¿Querés sentir algo grande y caliente en el culo, dándote lo que necesitás?"
Por lo general, la charla sucia al estilo porno sólo lo hacía rodar los ojos, pero la sugerencia de Rolex lo hizo estremecerse.
Se lamió los labios. "Sí, señor."
"Pero sólo si yo pago por eso." El cliente sonrió. "Si no lo hago, no va a pasar nada."
"Tenés razón en eso." Gabriel miró al cliente mientras se desabrochaba sus propios pantalones. "Nada de eso hasta que lo pagues."
Rolex largó una risa suave. "Entonces veremos quién resiste más tiempo, ¿no?"
"Así lo haremos."
Los dos intercambiaron sonrisas, la habitación completamente silenciosa a excepción del tintineo del cinturón de Gabriel, el crujido del cuero, y sondo del cierre.
Uh, se van al carajo los dos, jodones incansables.
"Bien." El cliente se recostó en el asiento, con las manos cruzadas en su regazo. Sus ojos se lanzaron hacia su billetera, luego de vuelta a los ojos de Gabriel. "Estoy conforme con lo que estoy obteniendo por mi dinero hasta ahora. Por favor. Sigan."
"Oh. Lo haremos." El rizado se sacó los pantalones, y el exterior frío e impecable del cliente vaciló un poco cuando su mirada se desvió hacia la pija recién expuesta, muy erecta y muy grande del chico de rulos. Contuvo el aliento, y la sonrisa triunfante de Gabriel calentó a Renato casi tanto como cualquier otra cosa que había visto, tocado o sentido hasta ahora.
Con la ropa en una mano, el rizado usaba la otra para tocarse. A Renato se le hacía agua la boca. El cliente se retorció.
"¿Creés que valdrá la pena el precio de verme poner esto en acción?" Preguntó Gabriel.
El cliente tragó saliva. Renato también lo hizo. Ah, sí, él iba a recibir algo bueno esta noche.
Gabriel puso su ropa sobre otra silla, y luego volvió a la cama donde el castaño esperaba. Se puso encima de nuevo, sus caderas presionando a Renato al igual que antes, excepto que estaban desnudos ahora. Carne suave y caliente contra carne suave y caliente. Dureza contra dureza. Su beso fue más hambriento esta vez, más agresivo, o quizás fue sólo su respuesta al beso más hambriento y agresivo de su compañero. Renato agarró el cabello del rizado y lo besó incluso más fuerte mientras presionaba sus entrepiernas.
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Intercambio. [Quallicchio]
FanficGabriel y Renato son trabajadores sexuales en Jardín Paraíso, un club de Puerto Madero (Capital Federal) que atiende a los más adinerados de la zona. En una de sus noches de trabajo, un empresario pide algo un poco peculiar: quiere reservarlos a amb...