Primera parte

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Una noche lluviosa para recordar.

Dicen que las noches en soledad evocan nuestros más añorados recuerdos.

Pues bien, esa noche, yo estaba por caer preso, como una víctima más de mis propias memorias.

Recostado en mi cama, sin más compañía que mi fiel amigo y confidente, mi perro: Bobby.
Probablemente demasiado exhausto debido a la larga caminata vespertina que habíamos realizado esa tarde, mi querido can se hallaba acurrucado a mi lado.

Nos encontrábamos ambos retozando en absoluto silencio, nada más allá de los ronquidos de mi peludo compañero se lograba escuchar dentro de la habitación; eso y el canto lluvioso del cielo londinense en pleno febrero.

Yo, por mi parte, me encontraba profundamente inmerso en una agradable sesión de lectura.

¿Que era lo que leía?

Poesía...

Me mantenía tranquilo tras un largo día de trabajo, y me ayudaba a dormir maravillosamente.

No tengo ni la más remota idea del porque, pero, justo esa noche me apeteció tomar de mi vasta biblioteca personal uno de los primeros libros de poesía que habían llegado a mis manos.
La mente es caprichosa cuándo a recuerdos se refiere...

Aquél, era un libro bastante viejo, obsequiado por mi madre cuándo yo tenía tan sólo 17 o quizá 18 años.

"¡Ahh, divina juventud!" pensé para mi mismo mientras me acariciaba con una mano el mentón, sintiendo contra mi propia piel el crecimiento de esa tupida y rasposa barba que había estado dejando crecer libremente, como un espeso arbusto, en mi rostro.

Ahora no era más que una imagen lejana, plasmada en papeles, memorias, libretos y fotografías.

Pasaban ya de las 11 y la lluvia torrencial que vociferaba afuera de mi ventana, así como el constante tic-tac del reloj de la pared, sugerían que lo más apropiado sería que me fuera ya a dormir, quizá a la mañana siguiente, en camino al teatro podría darme el tiempo de continuar con la poesía.

Me estiré perezosamente para así conseguir relajar mis músculos.

Tenía ya puesto un buen y abrigado pijama, era sólo cuestión de apagar las luces para así caer rendido en los brazos de Morfeo.

Retiré mis lentes y los coloqué cuidadosamente en la mesita contigua a la cabecera de la cama. Luego, me froté los ojos con las manos, liberando un profundo bostezo; la poesía y el té caliente habían surtido efecto.

Tomé aquel viejo libro que permanecía aún en mi regazo y lo deposité sin mucho cuidado sobre la mesa.

Debido a la mínima atención que había yo puesto en el bienestar de aquel objeto de papel, este terminó  en el suelo.

Me senté a orillas de la cama para conseguir inclinarme y alcanzar el libro sin verme obligado a abandonar la comodidad del lecho.

Temí por unos segundos que las hojas se hubiesen dañado, puesto que el libro había caído abierto y estampado contra la alfombra.

Me apresure a registrarlo.

Todo en orden.

Cuidaba yo de mis libros cuál si fueran hijos propios.

En verdad los aprecio.

No hay nada en el mundo mejor que perderse en una buena historia.

Coloqué entonces nuevamente, con mayor cuidado esta vez, el libro sobre la mesita de noche.
Estaba yo más que dispuesto ya a envolverme en las sábanas y apagar la luz cuando, de pronto, me percaté que algo se había desprendido del libro.

Elei ©   [Tom Hiddleston One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora