Capítulo 32 (Editado)

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Capítulo 32


Tres días habían pasados desde esa discusión, días en los que no había visto a Dimitri de ninguna manera, no le escribía y tampoco la llamaba. Días en los que pasaba horas pensando en que podía hacer para que se solucionara su problema sin dañar a nadie, aunque la única perjudicada en ese momento era ella, no había duda de eso.
Amaba demasiado a Dimitri como para renunciar a él, lo amaba tanto que le dolía, pero pensar en no tenerlo le dolía mucho más, así que definitivamente no podía renunciar a él.

Por otra parte, sus padres tenían toda la razón, no tenía edad, madurez, ni idea alguna de que haría viviendo con su novio, pero, debía hacerlo. Era lo único que tenía claro y, en ese momento ya no tenía más opciones.
Ese día fue definitivo, no solo tenía en su cabeza la amenaza de Dimitri dándole vueltas tortuosamente, sino también la repentina conversación con su padre. Estaba muy molesto, Maya no sabía el por qué. Creyó ilusamente que se había olvidado un poco del tema gracias a la plática que habían tenido días atrás, pero al verlo tan molesto comprobó que se había equivocado.
La miraba furioso y de manera acusadora, no terminaba de entender que era lo que ocurría y no quería preguntarle, lo conocía muy bien para saber que no debía hacerlo en ese momento.

—¿Sabes lo que se están pasando de boca en boca la gente del pueblo? —le preguntó.

Su tono de voz era acusador, como tantas veces le había hablado cuando de niña hacia alguna travesura y se ganaba un regaño por eso.

Maya se encontraba sentada en el sofá sin comprender nada, pero muy nerviosa. Así como cuando internamente sabes que no has hecho nada malo, pero igual crees que sí. Aunque se podría decir que estaba pensando hacer cosas no debidas muy pronto.

—No sé de qué estás hablando. —dijo con seguridad.

En eso no mentía.

—¡Que eres una desvergonzada! —gritó con enojo haciendo que Maya se sobresaltara levemente por el susto. —Todos comentan que te iras de casa como una de esas niñas locas que no vuelven nunca. —sus ojos chispeaban de furia. —¿Por qué dirían tal cosa? —le preguntó con la frente arrugada. —¿No habíamos hablado de eso ya? ¡Responde de una vez!

Cada palabra dicha por el hombre calaba dentro de ella con mucha fuerza, poniéndola tan nerviosa al punto de impedirle pensar con claridad.

—Papá. —susurró mientras secaba el sudor de sus manos en su pantalón. —Creerme, no sé por qué razón dicen esas cosas.

Gustavo negó con rapidez.

—Claro que sabes, yo sé, todos lo sabemos. —empezó a caminar de un lado a otro mirando al techo con constancia. —Dimitri y tú se han encargado de darles de qué hablar con esa estúpida idea. ¡Yo no te he enseñado eso!

Su mente trabajaba rápidamente tratando de buscar alguna cosa que la ayudara a calmarlo, pero nada aparecía en su mente, absolutamente nada. Solo las crueles palabras de su novio que la llenaban de desesperación. Dimitri no la había buscado en días y eso solo significaba que hablaba enserio, lo perdería, lo haría si no tenia el valor para afrontar las cosas.

—¡Papá, por favor! —habló con decisión a la vez que se ponía de pie. Estaba hecho, no había vuelta atrás, no tenía otra salida. —Pronto cumpliré los dieciocho y cuando eso pase no me podrás impedir nada. La gente siempre inventa, y es hora de que te aceptes que no se puede hacer nada con eso.

—¿Inventa? —le preguntó ignorando lo demás dicho. —Pero, ¿qué dices? Está más que claro que no es una mentira. Es lo que tenían en mente, tú misma me lo confesaste, ambos lo hicieron.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora