✾Capítulo 31: A mi merced.

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Cyril en multimedia

No sé cuántos días han pasado.

No sé cuánto tiempo más dudaré aquí.

Solo sé qué luego de haber pensando tanto sobre los acontecimientos no siento nada.

Ya no siento nada.

Estoy en una silla metálica, mis brazos están atados con sogas tan fuertemente que siento como mi ligera sangre cae, cae y cae...

Mis piernas están atadas también, la silla está tan sujeta a mi que no puedo mover ni un músculo.

Tengo los ojos vendados, el lugar es frío, siento olor a muerte, a desprecio y a carne podrida.

¿Qué si lo extraño?

¿Extraño a Jacobo?

¿Extraño a Corban?

No lo sé...

Solo sé qué quiero que paguen. Los dos.

Salgo de mis pensamientos al sentir a alguien, no se porque razón, pero siento que alguien me observa, me observa tanto qué hasta creo que me está analizando como puede.

—La famosa Anastasia—Pronuncia.

Quedo impactada... Esa voz... La reconozco.

Debe ser ese hombre, el otro hijo de Alejandro.

Cyril.

Estoy segura.

—Debes decirme dónde está mi hermana—Vuelve a hablar quitando la cinta que tenía en mi boca.

De mis labios no sale más que una risilla diabólica.

—Tu hermana es una zorra, tal vez está con alguno de sus amantes—Hablo sin titubear.

Un momento de silencio y luego de ello un puñetazo en mi labio, la sangre no demora en hacer presencia.

—¿Solo puedes conmigo atada?, Enfréntate conmigo de verdad ¿O te da miedo?—Juego con su mente.

Siento un tirón y cuando mis ojos se acostumbran a la luz logro ver sus ojos, su rostro, su cuerpo.

Este hombre es joven, apuesto y parece ingenuo...

Me aprovecharé.

—Cynara siempre fue la hija favorita, ¿Es porque tenía más huevos que tú?—Pregunté sintiendo como el sabor metálico llegaba a mi boca.

Él me miraba enojado, sentía su furia, sentía que tenía ganas de asesinarme pero no era capaz, no era un hombre muy valiente o sin moral como para hacerlo.

—¡Tú qué sabes!—Gritó.

Me reí, me reí tan fuerte qué mi garganta dolió un poco.

—¡Solo sé nota, estúpido!—Lo miré de arriba a abajo—¿No te ves? ¿No te das cuenta de que tienes una chica atada y tratas de golpearme solo porque tú padre te lo pidió?—Me burlé de su débil mente.

Él solo tomó su cabeza y gritó, sabía que yo tenía razón, sabía que me soltaría y yo también sabía que lo asesinaría al instante.

—Suéltame y vamos a jugar esto al derecho, voy a hacer que tú hagas lo que nunca jamás en tu vida haz hecho... ¡Ser valiente!—En realidad jugaba tan fácilmente con su mente que dudó un poco en aceptar... Pero lo hizo.

Sentí libres mis manos y al tiempo mis pies que fue una sensación de doble filo, iba a ser libre, pero mucha gente pagaría por lo que me hizo.

Cyril acomodó sus puños casi juntos a la altura de su pecho en posición de pelea.

Obsesionado por ti ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora