Capítulo 6: 7 Diamonds

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Mientras Simon hacía los deberes aquella tarde, Dylan no paraba de pensar en el 7 diamonds. Miraba el reloj cada cinco minutos esperando el momento en el que las puertas de aquel lugar se abrieran y pudiera ir a echar un vistazo.

Ni siquiera se dio cuenta cuando se hizo de noche. En Kansas, siempre era muy obvio ya que su casa estaba algo apartada del centro, por lo que cuando oscurecía, encendían todas las luces. Pero en Manhattan, las luces de la calle se encendían cuando el sol se escondía, por lo que ninguno se había dado cuenta.

Después de cenar, Simon parecía bastante cansado, así que Dylan le convenció para que se fuera a la cama mientras él iba a dar una vuelta. A Simon no le gusta a mucho la idea de quedarse solo, pero Dylan consiguió convencerle.

–Estaré de vuelta antes de que te des cuenta.– Le dijo mientras Simon se metía en la cama.

–¿Me lo prometes?

–No te preocupes.– Sonrió.– Sólo piensa en que estaré aquí enseguida, y si te pasa algo, llámame. ¿Recuerdas nuestra palabra del pánico?

–Avellana.

–Avellana, eso es. Pero seguro que no es necesario.– Le revolvió un poco el vuelo.– Hasta mañana, peque.

–Hasta mañana.

Dylan había bajado la persiana de la habitación de Simon, hacía cerrado su puerta y había echado la llave en la puerta principal. A él tampoco le gusta a dejar a Simon solo, pero algo en su interior le decía que tenía que hacer aquello.

Dylan recordaba bien el camino al local, por lo que no tardó mucho en llegar. Ahora el sitio estaba muy iluminado por millones de luces y parecía que había bastante ambiente.

Entró y bajó por las escaleras de entrada hasta que por un pequeño cristal vio una especie de club lleno de mesas, una barra a la izquierda y un escenario enorme en el frente donde había chicas bailando, pero no bailando cualquier baile.

–¿Como se puede tener las mejores vistas de Nueva York sin tener ventanas?

Un hombre frente a él sentado tras una pequeña mesa le miraba. Era una de esas personas que le habría llamado la atención en la calle, pero encajaba a la perfección en aquel lugar.

–¿Qué es esto? ¿Un club de stripteasise?

–¿Stripteasise? Querido, no sé de donde vienes, pero te aseguro que eso no es lo que vas a encontrar aquí. Así que si vienes con intención de ver algo que escandalizaría a la iglesia, mejor que te vayas.

–No, no. En realidad, prefiero esto.– Sonrió volviendo a mirar al interior.

–Oh, en ese caso, son veinte dólares.

–¿Veinte?

–Consumiciones a parte.– Dylan pareció dudar.– Vamos, guapo. Que este club hay que llenarlo.

Dylan se pensó dos veces lo de gastar 20 dólares en algo que ni siquiera sabía lo que era, pero todo aquello le llamaba demasiado como para poder ignorarlo, así que le dio los veinte al hombre y le dejó pasar.

Al entrar, una sensación desconocía invadió a Dylan, recordándole a una especie de Moulin Rouge en Nueva York. Y eso le gustaba.

Él local estaba lleno, tanto de hombres como de mujeres. Se acercó a la barra donde una chica no paraba de entrar y salir con bandejas llenas de bebidas. Se sentó en  uno de los taburetes y en menos de cinco minutos, un camarero rubio de pelo casi por los hombros se acercó a él. Apenas le veía de cintura para abajo, así que sólo sabía que vestía con un chaleco negro, sin camisa por debajo y un bombín negro. También llevaba la raya del ojo muy bien hecha para ser un chico.

–Hola.– Dijo con una sonrisa.– ¿Que te pongo?

–Eh... pues no lo sé, la verdad.

–Un novato. Me encanta. No te preocupes, cielo. Te voy a preparar el mejor cóctel de tu vida.– Dijo guiñándole un ojo y poniéndose a trabajar.

«¿cielo?» pensó Dylan algo extrañado. «en ese sitio se toman demasiadas confianzas.»

–¿De donde vienes?– Le preguntó cuando terminó y le puso el cóctel frente a él.

–¿Perdona?

–Vamos.– Se rió.– Es más que obvio que no eres newyorkino. ¿De donde eres?

–De Kansas.

–¿Enserio? ¿Y qué te trae por aquí?

–Un sexto sentido.– Dijo mirando al escenario y probando el cóctel.– Tenías razón, está increíble.

–Gracias.– Dijo con una sonrisa.– Me llamó Noah Reid.

–Dylan Mcall.

–Es un placer, Dylan.

–¡Janet!– Dijo otro chico tras la barra vestido igual que Noah. Llamaba a la camarera.

–Ya voy, ya voy.– Dijo ella volviendo a acercarse.

–Dime, Dylan. ¿Buscas trabajo? Aquí nos vendrían bien un par de manos más.

–¿De camarero otra vez?

–¿Tienes experiencia? eso está genial.

–Depende de como lo mires, pero si. Necesito un trabajo. Tengo gente a quien mantener.

–¿Novia?– Dylan negó con la cabeza.

–Hermanito. Cero novias.

–¿Novio?– Dylan le miró serio y le vio con los codos apoyados en la barra, muy interesado.– ¿Qué? Hoy en día todo es posible.

–No, novio tampoco.

–Interesante...

–¿Con quien tengo que hablar para conseguí trabajo aquí?

–Aquella puerta del fondo.– Dijo señalando con la cabeza al otro lado del local.– Pregunta por Louane.

–¿Louane? Vale, gracias.

–De nada.– Dylan se terminó el cóctel de un trago.– A esta invito yo.

–Vaya, gracias.

–No hay de que.– Le sonrió.– Espero que consigas el trabajo.

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