Por la bahía

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  Recuerdo ese verano como uno de los más divertidos de mi vida, como dirían ahora, se clasificaba en el top five de los mejores veranos que había pasado y es que no fue para menos. Además, esa experiencia me sirvió para decidir a que me dedicaría en la vida y gracias a ella me considero una privilegiada.


 Tenía veinte años cuando hice mi primer viaje al extranjero, sin mis padres y con el grupo de amigos de toda la vida, los que habíamos ido juntos al colegio e instituto. Aquellos que ahora estaban desperdigados por el país cada uno siguiendo su camino.

  Lo habíamos hablado muchas veces y ese año se alinearon los astros y planeamos nuestra ansiada aventura. La mayoría queríamos un destino de playa, aunque nuestra ciudad estaba bañada por el Atlántico. Aún así no pensábamos en la típica Punta Cana, Ibiza o cosas por el estilo, debía ser algo a lo grande y así surgió el <<CRUCERO POR LAS ISLAS GRIEGAS>>.


  Con mucho trabajo reunimos el dinero necesario para que no saliera todo de nuestros bolsillos. Organizamos bingos, sesiones de lavado de coche y sorteos de jamones, entre otras cosas, y casi un año después ahí estábamos todos, listos y deseando pasar la mejor experiencia de nuestras vidas.

  Lo primero que hice al llegar al barco fue visitar la enfermería, ya que al llegar a cubierta me resbalé y me lastimé el pie, pero no fue nada grave. Allí conocí a Roberto, el médico más guapo de la historia, así que como dice el refrán "una de cal y otra de arena".


  Después de eso pensé que todo iba a ir mejor, pero me equivoqué como una tonta. La minucia del pie dio paso a una pequeña gastroenteritis y ésta a un brote de dermatitis que me provocó el cloro de la piscina.

- Otra vez aquí, Lucía.- Roberto sonrió al verme.

- Ya ves-. Me encogí de hombros con vergüenza.- Nunca había ido tanto al médico, te lo prometo.- Dije levantando la mano.

- Voy a pensar que sólo lo haces para que nos veamos-. Comentó mientras examinaba mis marcas y nos reímos.

- No, si para mí los matasanos contra más lejos, mejor-. Me mordí la lengua y él soltó una carcajada.- Lo siento.

- No te preocupes-. Agitó la mano quitando importancia a mis palabras.- Es que tú expresión ha sido tan antigua, que ha sido hasta graciosa.

- De verdad, lo siento.- Volví a disculparme.- Pero tenía que ser la mejor experiencia de mi vida y estoy pasando más tiempo en el médico que un abuelito viendo obras.

- Te entiendo.

- Lo peor no es eso-. Sentencié.- Lo peor es que mis amigos creen que hago todo esto por verte, porque estas bueno y tal y por eso nadie me acompaña-. Comenté simplemente aguantando la risa que me provocaba la situación.- Entonces tampoco quiero que piense que vengo sola, para tener intimidad-. Me encogí de hombros y sonreí.

  Una nueva carcajada de Roberto cortó el aire y vi como algunas lágrimas escapaban de sus ojos, yo también me reí, al menos todo había quedado claro. Después de revisar mi dermatitis y mandarme una crema me despedí de él y volví a intentar disfrutar de mi viaje.


  Mis amigos se lo estaban pasando en grande, claro, ninguno había tenido tantos contratiempos como yo, pero no me dejé venir e intenté aprovechar lo que me quedaba.

  Cada noche la que cerraba la discoteca era yo, de ahí me iba a desayunar, luego paseaba por cubierta, me daba un baño rápido en la piscina y por último me iba a dormir un par de horas. A continuación comía con mis amigos, me iba al spa o a mirar las tiendas, volvía a descansar un poco y por la noche cenar y vuelta a los bares y discotecas.

  Me gustó tanto ese ritmo, ese ambiente y el equipo que formaba la tripulación del barco, que al regresar a casa tomé la decisión más importante de mi vida hasta ese momento, cambiar de carrera.


  En aquel momento cursaba Historia, algo que me apasiona, pero que no me llevaba hasta donde yo quería, trabajar en un crucero. Así que, para no perder el tiempo empecé a estudiar idiomas.

  Ha día de hoy, he terminado mis estudios de Guía, información y asistencias turísticas, tengo un Máster en gestión del patrimonio cultural y hablo cuatro idiomas. Trabajo en uno de los mejores barcos de la naviera y he conocido muchísimas ciudades.

  Me da igual si son las Islas Griegas, las costas italianas o una vuelta al mundo, yo no me veo en otro lugar, si no es navegando y no cambiaría nada, ni siquiera todas las visitas al médico que hice cuando con veinte años me monté por primera vez en un barco.

FIN❤

Improvisando~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora