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Chanhee recordaba a la perfección la primera vez que vio a Younghoon.

Jacob, Kevin y Changmin lo habían arrastrado hasta un bar en Seoul del que habían oído hablar. Segun ellos necesitaba distraerse de la universidad y su trabajo de medio tiempo, ya que lo veían damasiado estresado. Él pensaba que estaban exagerando. Así que los complació; se puso su mejor ropa y salieron a divertirse ese sábado a media noche.

La ambientación del lugar era increíble. Muebles de roble y luces tenues, utilizaban plantas y varias flores para darle algo de vida al lugar, éstas estaban colocadas tanto como centros de mesa como en las paredes simulando enredaderas, junto con luces rojas y azules en algunos puntos cruciales, que se movían y cruzaban formando estelas de luces violeta que duraban un par de segundos, pero eran preciosas. Chanhee se sentía a gusto, era un lugar agradable a la vista, la gente se mostraba amigable y los tragos que servían era exquisitos.

Todo iba bastante tranquilo hasta que un pelinegro alto con aspecto a matón chocó con él cerca de las dos de la mañana. Vestía unos leggins, una remera roja y una campera de cuero negra, y su cara sólo lo invitaba a retirarse. Pero en el corto tiempo en el que hicieron contacto visual Chanhee supo que había algo más ahí dentro, más allá del peligro.

Durante toda la madrugada se dedicó a mirarlo a la distancia, casi estudiando sus movimientos. Sus amigos se quejaban de que no les estaba prestando atención, pero no era su culpa, en ese momento el chico malo era la prioridad, aquello que ocupaba inevitablemente sus pensamientos. Se sentía cautivado y no sabía exactamente porqué.

Fue en cuanto se alejó de su grupo para ir al baño a refrescarse que las cosas se pusieron interesantes.

Estaba a punto de llegar a su destino en el momento en que una mano toma su muñeca y lo arrastra hasta una esquina en el lugar que estaba casi a oscuras. Hubiera gritado y hecho un escandalo para que alguien lo rescate de no haber visto el rostro de la persona que lo había llevado hasta ese lugar.

El chico malo era quién lo tenía acorralado contra la pared y con una mano sosteniendo su muñeca. Chanhee lo miró fijo a los ojos intentando descubrir qué era eso que había visto tan confuso en él, y sintió miedo de lo que descubrió. Ese chico, sin darse cuenta, había robado su corazón con una simple mirada. Y el menor supo que no había vuelta atras; de ahora en adelante, estaba a su merced.

El chico estaba tan cerca de él que podía sentir sus respiraciones chocarse, y el dulce aroma del extraño impregnandose en sus fosas nasales. Guiado por su aroma intentó acortar la distancia, por impulso. El chico río.

-No soy de los que van rápido. Por cierto, no sabes disimular cuando miras a alguien, lindo. Pero no me molesta.

El alto volvió a reir y se alejó del más bajo con unas palabras simples pero pronunciadas de una forma tan dulce que el corazón de Chanhee podría haberse detenido en ese instante, como si el chico lo hubiera tocado con sus propias manos, suavemente. Te veré luego, cariño.

Era como una luz lejana que cegaba al menor, y lo hacía sentir como en un sueño; entonces caminó hacia él, lo siguió unos cuantos pasos sintiéndose como nunca antes, como si caminara descalzo sobre rosas blancas, se sentía maravilloso. Estaba siendo valiente y atrevido, se estaba acercando a una distancia peligrosa a un extraño; pero ese extraño era ciertamente diferente.

En cuanto lo alcanzó, fue turno de Chanhee de tomar su muñeca, e hizo uso de su escasa fuerza para voltear al chico de un sólo movimiento, y lo logró.

En chico lo miró extrañado, pero a él poco le importó; estaba como adormecido, y se dejaba llevar por sus impulsos. Se alzó en la pulta de sus pies, rodeó el cuello del chico con sus brazos y éste por inercia lo tomó de la cintura, y sin previo aviso Chanhee lo besó. No fue más que un mero contacto con algunos delicados movimientos llenos de dulzura, que amenazaban con volver loco al menor. Había visto un nuevo mundo en los brazos del mayor.

En cuanto se separaron las luces violetas los apuntaban, detrás de Chanhee estaba la luz roja, y detrás del azabache la luz azul; alrededor de ellos, todo se pintaba de un eléctrico violeta, que los incitaba a seguir.

-Mi nombre es Chanhee.

-Younghoon. - se presentó. -supongo que a tí sí te gusta ir rápido.

-Eres la excepción. -confesó riendo sutilmente mientras se separaba de Younghoon. -Debo irme, me esperan. -No esperó a que el mayor respondiera, simplemente intentó caminar de vuelta hacia sus amigos, pero él fue más rápido.

Esta vez tomó su mano. - Espera Chanhee, ¿te volveré a ver?

-Tal vez.

Fue entonces que se dio cuenta de lo que acababa de hacer, y quiso salir corriendo y nunca jamás volver.

Pero algo lo obligó a pasar por ese bar a la semana siguiente, pero esta vez sólo.

Se alegró de volver a verlo; él estaba sentado cerca de una ventana con una rosa blanca en su mano, con mirada baja mientras intentaba sacarle las espinas a ésta. Chanhee otra vez caminó hacia él, hechizado. Entonces encontrarse en ese bar se volvió una rutina, que duró casi un año.

Para Chanhee era como una fantasía, que aunque desapareciera cuando abriera los ojos, no quería perderla.

Recordaba cada detalle de su vida junto a Younghoon, desde el primer momento en que lo vio, hasta ese preciso momento, en el que se encontraba recostado sobre el pecho de su ahora, esposo, luego de la primera noche de su luna de miel.

Acarició la mejilla de su amado y reacomodó varios mechones que caían por su frente. El mayor se quejó al ser despertado, pero todo se arregló en cuanto los labios más dulces del planeta se posaron sobre los suyos.

Se quedaron mirando a los ojos con sonrisas tontas durante varios minutos, en los que Chanhee sólo podía pensar en cómo, a cada paso que daba desde que se conocieron, se enamorara más y más de Younghoon, al punto de que siempre creía imposible que puediera amarlo más de lo que ya hacía, pero no lo era.

-No quiero despertar de este sueño - susurró Chanhee dejando un beso sobre el pecho desnudo de su esposo. - Nunca jamás.

-No tienes porqué hacerlo. Te tengo y tú me tienes, para siempre -Younghoon lo besó en los labios con delicadeza, intentando transmitirle todo el amor que sentía por él. Luego lo miró a los ojos -Bebé, te amaré por toda la eternidad.

Chanhee sonrió. Eternidad era una palabra muy chica para describir el tiempo que él lo amaría.

1150 palabras.

Red Velvet - Kingdom Come (The 2nd Album - Perfect Velvet)

왕국; kingdom come • bbangnyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora