Parte única

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"El atardecer que vive en mi memoria"
Capítulo 0

Lealtad.
No sabía a cuál de los dos jurar su eterna lealtad.
Su romance con el hechicero le hizo cambiar en su actitud con el resto de los habitantes del mar azul, inclusive con su otra familiar Tatsumiya.
O serle fiel a la princesa Mikotsu, ella podía ser ingenua pero sabía del gran dolor que sentía por no haber sido escogida como la gobernadora del reino del mar.
Ambos seres habían ganado su lealtad pero sabía que entre ambos había una pequeña tensión por ideales distintos, pues Meikai estaba del lado de Uomi, la princesa escogida.

Aun así, a ambos mantenía el secreto de que él era fiel al otro. Le dolía el hecho de que en algún momento todos los buenos tiempos que pasó con el hechicero iban a ser arruinados por serle fiel al bando de la princesa corrompida.

Estos pensamientos lo atormentaban más cuando pasaba los atardeceres con el hechicero en la Isla Estrella, ratos que ahora se arrepentía de no haberlos disfrutado al máximo.
Y esto le causaba un nudo en la garganta que no le dejaba decirle la verdad a sus compañeros antes de que sus sentimientos siguieran creciendo por el castaño.

Pero no fue posible ya que al poco tiempo se le confesó, dolía recordar las palabras que se dedicaron ese atardecer.

Hicieron la misma rutina de todas las tardes, al salir del mar ambos se dirigieron a la costa de la isla, a paso lento disfrutando del silencio pues no necesitaban palabras para expresar la comodidad que sentían al estar al lado del otro, sus respiraciones eran tranquilas y al pasar unos segundos llegaron a su destino: La relajante isla Estrella.
Iban con ropa casual y no la que siempre usaban para presentarse en el castillo, ropa ligera para el día caluroso que hacía, siempre que iban allí era alrededor del mediodía y eso daba para almorzar debajo del árbol central, se dispusieron a sacar la comida que traían: emparedados, sopa y unas manzanas.

La tarde pasó tranquila para ambos, solamente conversaban con pocas palabras sobre nada en particular, solamente lo primero que se les ocurriera. Aun si no había mucha interacción entre ellos, los dos estaban felices.
Ya eran las cuatro de la tarde, poco a poco el sol empezaba a ocultarse entre las nubes del horizonte, el tiburón no supo en qué momento ambos estaban agarrados de la mano y que Meikai estaba recostado en su hombro, al caer en cuenta de eso, se sintió avergonzado de estar tan cerca de él, no entendía bien desde cuando pasaba eso pero ese sentimiento se sentía agradable, le miró por un momento y vio en su cara una expresión de paz, su pecho subía y bajaba lentamente. Old sintió que su cara ardía, y empezó a cuestionarse si le gustaba el hechicero, para ese entonces suspiró resignado; ese sentimiento de calidez en su pecho le hizo sentir feliz al lado del mago, dirigió su vista de nuevo al cielo siendo hipnotizado por los colores violáceos y rojizos del sol que poco a poco se ocultaba.

-Ah... Señor Meikai? Ya está empezando a oscurecerse...-

Movía su hombro despacio para despertarlo sin mucha molestia, no esperó que al levantarse tuviera sus mejillas rojas y sus ojos adormilados le hizo tener una apariencia adorable a ojos del tiburón.

-Tan pronto? Ah... Old, gracias por dejarme dormir en tu hombro...-

-No es nada, simplemente se veía tranquilo durmiendo-

Rió con dulzura mientras lo abrazaba, el corazón de ambos latía con fuerza y sus caras que intentaban esconder del rojo que apareció en sus mejillas. Old no aguantó más y agarró del mentón al castaño para que ambos se miraran fijamente, pero por la vergüenza no podían mantener la mirada por más de 5 segundos.

-Señor... hay algo que tengo que decirle... Disculpe si le asquea o si ya no puedo ser su familiar-

-...¿Old?-

De un momento a otro, ya se encontraba besando los finos labios del hechicero, era un beso torpe pero demostraba los sentimientos de ambos, el de cabello azabache agarró al menor de la cintura para tener más profundidad y este lo agarró de los hombros. Se olvidaron de todo a su alrededor y solo se concentraron en tener ese momento a solas como debía ser desde mucho tiempo. Pasados un par de segundos, se separaron dejando una inmensa satisfacción en los dos.

-Meikai, yo lo amo.-

-... Old... yo...-

Permaneció callado pensando en las palabras para decirle lo que sentía, y aunque hubieran sido unos pocos segundos, para el viejo tiburón sintió una eternidad.

-Old, eres alguien muy importante en mi vida como mi familiar, pero no puedo simplemente ignorar lo rápido que late mi corazón al estar cerca tuyo, así que comparto tus mismos sentimientos. Me refiero a que yo también te amo...-

-Agh! Ahora parezco un tonto sin decir algo romántico como tú-

Frustrado, se cubre la cara pero una corta risa del contrario le hace salir de su odio a sí mismo.

-Old, me es suficiente con que hallas sido el que dio el primer paso-

Ambos se abrazaron y entre mimos terminaron de ver el anochecer dando por terminado su picnic diario. Al volver al mar, ambos se dispusieron para escuchar el piano que tenía el mago, que entonó una canción que describía exactamente sus sentimientos: Tree Shade Waltz.

Fue agridulce recordar ese día y todos los que siguieron, pues ambos eran muy apegados y dulces con el otro, fue una buena relación que poco a poco empezó a quebrantarse por la tensión que se generó en el palacio por los celos de la princesa no elegida. Meikai a veces notaba el extraño comportamiento en el tiburón, no quería sospechar de él pero Tatsumiya le dio las pruebas suficientes para dejar de confiar en él. A ambos les dolió tener que dejar atrás lo que habían construido con esfuerzo, pero así era la traición. La última vez que se vieron le dolía más que las propias cicatrices de sus ojos y las que oculta bajo la ropa.

El día en que se reveló la traición de Old, la última daga de desconfianza que terminó por destruir el amor que se tenían.
Esto conllevó a que Meikai hiciera el hechizo que lo desvaneció a él y al mar de la muerte para mantener la paz en el reino.

Actualmente, el viejo tiburón estaba acurrucado detrás de una roca observando dos fotos de ellos el día siguiente de cuando se declararon, exactamente no recordaba como consiguió esas fotos pero le hacían feliz verlas, lágrima empezaron a salir, su cuerpo temblaba de la tristeza y ocultando su cara entre sus rodillas lloró, liberó el dolor que tenía acumulado desde hace años, no podía seguir mintiendose a sí mismo reprimiendo el sufrimiento que trajo la mirada de odio del que más amó.

Ya no le importaba si peces muertos o el embajador lo veían llorando por su amor, era patético, los seres del mar de la muerte no tienen sentimientos; eso se lo enseñó Mikotsu cuando se unió a su lado, pero si ella tenía la razón, entonces ¿porqué seguía sufriendo por el amor que alguna vez confesó a alguien del bando enemigo?
No lo entendía, pero esa presión en su pecho fue mermando hasta que sus ojos hinchados dejaron de ser cristalizados por las gotas salinas que se mezclaron con rapidez al ambiente acuático.

Solo esperaba que si su viejo amor estaba vivo pero perdido en otro plano, éste le perdonara sus errores y que lo siguiera amando.

Solo esperaba que si su viejo amor estaba vivo pero perdido en otro plano, éste le perdonara sus errores y que lo siguiera amando

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