CAPÍTULO X

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A la mañana siguiente el primero en despertarse fue el más joven de los dos. Este, al levantar un poco la mirada, se topó con el rostro dormido del mayor, el cual le hizo revivir todo lo ocurrido la noche anterior. Aquella noche llena de emociones, pasión y nerviosismo, fue considerada por Plan ―y puede que también por Mean― como la mejor de su vida, al lado de aquella persona a la que ya sabía con certeza que amaba.

Poco a poco, intentando no despertar al contrario, se incorporó como pudo, levemente dolorido, y posó un tierno beso en su mejilla. Aquello, como en un cuento de hadas, despertó al amante, quien le correspondió con un fugaz beso en los labios.

―Buenos días ―saludó el mayor con una sonrisa desenfadada―, ¿has dormido bien? ―se preocupó, imaginando lo duro que tuvo que ser para el contrario aguantar el dolor de después.

―Estoy perfectamente ―sonrió. Para ser su primera vez, el tiempo de después resultó más cómodo de lo que imaginaba.

Se podía notar un ambiente algo cargado de deseo, pero el trabajo les llamaba. Así, para no entretenerse más de la cuenta, cada uno se aseó en un baño diferente, aun cuando ambos se morían por estar al lado del otro.

Al llegar a la oficina, cada uno, dejando de lado sus sentimientos, empezó a desempeñar sus funciones correspondientes; el CEO se dedicaba a negociar por teléfono con gente de aquí y allá; el joven ayudante, a pasar informes a limpio y a contactar con anunciantes.

Todo era normal, bastante aburrido, incluso, pero algo escamaba a Plan: Nao, uno de los miembros del equipo de diseño, se mostraba más amable de lo habitual con el joven. El ayudante en principio lo veía algo inusual e incómodo, pero luego acabó por pensar que el chico solo quería ser amigo suyo, por lo que no se opuso a sus atenciones.

El CEO tardó poco en darse cuenta del cambio de actitud de Nao: charlas bastante amigables, risas cómplices, Nao alimentando a Plan con una sonrisa de oreja a oreja... Los celos lo invadieron. Sin dudar dos segundos, le mandó un mensaje a su amante citándole en el almacén. Este, extrañado, acató órdenes sin rechistar.

Cuando llegó se encontró con el ataque sorpresa del mayor, quien, dominado por los celos, comenzó a besarle y a tocarle por todos lados, pero sin rastro de amor. Solo celos. Plan no podía evitar sentirse confundido, pero al ser el CEO, el hombre al que amaba, se dejó llevar. Pero algo no andaba bien: en la cara de Mean no se notaba la pasión. Todo lo que se podía ver era una expresión de ira y molestia, lo que hizo a Plan parar.

―Mean ¿pasa algo? ―se preocupó.

Tras unos titubeos de indecisión, el CEO se descubrió.

―Me molesta cómo Nao intenta coquetear contigo...

―¿Coquetear? ―Plan abrió los ojos como platos―. Mean, somos amigos. Ambos somos becarios, así que no nos viene mal tener a alguien que nos entienda ―le tranquilizó. Unos segundos después, este empezó a reír― ¿Estás celoso?

Mean no respondió, por lo que el joven lo tomó como una respuesta afirmativa. Plan, conmovido por ese lado del CEO, le depositó pequeños besos en los labios y poco a poco fue bajando, realizando una rápida felación. Cuando el ambiente se rebajó un poco, ambos volvieron al trabajo.

De todas formas, Plan no pudo evitar pensar en todo aquello, y en que Mean no tenía nada de que preocuparse. El joven becario por fin se había enamorado de verdad, y de él. Es por ello que no dejó de darle vueltas a alternativas para evitar que los celos volviesen al mayor. Para cuando acabó la jornada laboral, Plan, por primera vez, se adelantó a los acontecimientos y se preparó para la cita.

―¿Qué clase de cita vamos a tener hoy? ―preguntó con tranquilidad al tiempo que el mayor salía del despacho.

―Ninguna ―respondió el otro, impasible ―. Vamos a mi casa.

La historia del MeanPlan que no te quisieron contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora